GRAU  El peruano del milenio

Reynaldo Moya Espinosa

Carátula

Grau pionero

Contenido

Prólogo

Capítulo I

Capítulo II

Capítulo III

Capítulo IV

Capítulo V

Capítulo VI

Capítulo VII

Capítulo VIII

Capítulo IX

Capítulo X

Capítulo XI

Capítulo XII

Capítulo XIII

Capítulo XIV

Capítulo XV

Bibliografía

Biografía de R. Moya E.

 

CAPÍTULO III:

GRAU, EL MARINO

7.- La muerte de don Juan Manuel Grau 

Pezet supo oportunamente del arribo de Grau con «La Unión» a Valparaíso, y decidió impedir que se unieran a la causa rebelde. Para lograrlo solicitó el apoyo de don Juan Manuel Grau que vivía en Lima y del que Pezet era amigo. Envió pues al viejo y achacoso combatiente de Junín y Ayacucho que estaba en la fase terminal de una tuberculosis pulmonar para que en Valparaíso tratase de convencer a su hijo, de que permaneciera fiel al gobierno. 

Pero Miguel Grau ya tenía una idea clara de la situación peruana y había decidido el camino a tomar, y que no era otro que rechazar con todos los medios a su disposición la agresión española, todo eso a pesar de haber recibido de Pezet dos ascensos consecutivos, pero el interés de la Patria estaba por delante. Quienes lo habían informado, fue el ministro peruano en Santiago, general Fermín del Castillo  y  el cónsul de Valparaíso que no estaban de acuerdo con la política entreguista del presidente Pezet. 

Por eso, no obstante el gran afecto que sentía por su padre, y su delicado estado de salud, no accedió a sus ruegos. El escritor chileno Vicuña  Mackena, dice: «Grau amaba intensamente a su padre y lo probó más tarde, pero entre su patria humillada y vendida y las canas del respeto  íntimo, no vaciló, "La Unión” izó la insignia de la guerra a España.»  Grau trató de acomodar a su padre del mejor modo posible y se aprestó a seguir el camino que la dignidad le indicaba. El 30 de noviembre de 1865, moría don Juan Manuel en Valparaíso a las 8.30 p.m. víctima de su afección pulmonar, lejos de su familia y sin tener siquiera el consuelo de tener a su lado a su hijo Miguel. Por entonces el coronel Prado asumía el poder en el Perú. 

Años más tarde, en febrero de 1877 cuando Miguel Grau ya estaba casado, tenía hijos y era diputado por Paita, solicitó permiso por dos meses al Congreso y viajó a Valparaíso con uno de sus hijos para repatriar los restos de su padre. 

En ese viaje Miguel Grau pasó por la amargura de perder a su pequeño hijo Miguel Gregorio que lo había acompañado. Fue de esa forma que el atribulado marino retornó al Callao, no con un féretro sino con dos, sumándose su congoja a la de su esposa  doña Dolores Cabero.