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Martí, el escritor
Patria y Libertad |
Pedro, el Pueblo, que le sigue.
A poco el Padre Antonio, Don
Pedro, el Sacristán, el Indio, soldados, etc..
Pedro.
Ni
aire debe llamarse el que respiras...
¡El
aire mismo aquí se llama mengua!
Nace
a luz, de una madre malograda
entre
frailes, rosarios y novenas,
un
hijo, con los rayos en el rostro
del
vivo sol de nuestra Madre América.
Y
apenas abre los temblantes brazos...
los
vacilantes labios abre apenas,
cuando
el villano espíritu de siervo
su
blando pecho sin piedad penetra:
"--¡Besa,
niño, la mano de ese cura!"
i
Y el pobre niño dobla el cuello, y besa!
"--Ese
es Dios, nuestro amo," --"Ese es el busto
del
rey nuestro señor." --"Toda esta tierra
es
esclava del rey." --Ni una vez sola
al
niño la viril dignidad muestra.
~Ni
una honrada semilla en aquel pecho
el
padre, ni la madre, ni el rey siembran!
¡Amos
por todas partes, y palabras
de
esclavitud servil, y de obediencia!
Señor
es nuestro rey, señor el cura,
Amo
el gobernador, guía la Iglesia,
¡y
cada hinchado mercader de allende,
su
vara de medir en cetro trueca!
¡Sobrado
tiempo ya besó cobarde
América
ese cetro de comedia!
Truéquese
en fusta la mezquina vara
y
del que nos azota, azote sea!
Pueblo.
(A coro:)
¡Truéquese en
fusta!
(Rumores, murmullos de aprobación
de
todos, y aparecen por el Palacio Don
Pedro seguido del Padre Antonio,
y el Sacristán, nobles, españoles, soldados.)
Don Pedro.
(Hablando con los de su séquito:)
¡Ciento, y al instante!
Padre Antonio.
¡Vaya
por ciento!
(Al Sacristán:)
Ese es el
caso: ¡Empieza!
Sacristán.
Honra
el ardor al pueblo que lo siente,
pero
no lo honra menos la prudencia.
Don Pedro.
(Magnífico
traidor: el tigre esconde
bajo
la suave piel de mansa oveja.)
Pedro.
¿,Quién
el concierto de las voces rompe
con
débil voz de miedo y de vergüenza?
Sacristán.
Uno
que sabe que impulsar la patria
Más
allá de sus fuerzas, es perderla.
Don Pedro.
(
¡Ah, mis bravos sabuesos! )
Padre Antonio.
¿Quién
os dice
los
móviles secretos de esta empresa
ni
las oscuras sombras que en el fondo
de
esta luz que os alumbra se aglomeran?
¿Queréis
felices saludar la patria?
Yo
lo quiero también...
Pedro.
Sí.
Y de manera
que
si el déspota hispano el polvo muerde,
muerda
el polvo también todo otro déspota.
Mas
dudo...
Padre Antonio.
¿
Tú lo dudas? ¿ Y no miras
esas
dormidas poblaciones muertas,
columnas
vivas de rencor que hierven,
bajo
de su techumbre amarillenta?
¿No
imaginas la bárbara falange
que
el campo tala, que la muerte siembra,
y
que en venganza del agravio antiguo,
hiere,
asesina, juzga, y atropella?
¡Ay
de vosotros si, despierto el indio,
la
humilde paja de su choza incendia!
Indio.
(Adelantándose, del grupo del pueblo:)
¡Mientes,
Castilla!
Don Pedro.
¡Miserable!...
(Aparte a los suyos:)
(Doscientos...
gente llega)
¡un
indio!
Indio.
¡Un
indio! ¡A nadie quede duda!
¡Doblada
está mi espalda, mi piel negra!
¿Ni
cómo ha de estar blanca, si aquí llevo
de
cuatrocientos años la vergüenza?
¡Tú,
(al Sacristán) más vil que Castilla, porque siendo
azotado
también, el cuero besas;
enséñanos
el oro que te pagan
y
en las palabras de tu boca suena.
¡Sacristán
de la Antigua, te conozco!
La
astucia de los indios no está muerta.
¿Que
mi pueblo amenaza? ¿Que la saña
hierve
en las pobres chozas de la sierra?
¿Que
como rayo vengador caería
sobre
las poblaciones y las siembras?
¡Sobre
la lengua vil que nos infama
como
puñal atravesar debiera!
¡Si
en un poste la lengua te enclavase,
venenosa
en redor la tierra hicieras!
Don Pedro.
(Aparte a los suyos:)
(Trescientos... Cuatrocientos...)
Indio.
Quebrantado
Su
espíritu de hombre, ya no quedan
al
indio de los campos más que espaldas
para
llevar las cargas de la Iglesia,
para
pagar tributo a los caciques,
para
comprar al español sus telas.
¡Con
estas manos derribé maderos...
con
estas manos cultivé la tierra,
con
estos hombros por barranca y llano
más
arrobas llevé que hojas la selva,
y
más llanto lloré con estos ojos,
por
mi eterna ignominia siempre nueva,
que
ondas cruza la nave robadora
que
el fruto de mi mal a España lleva!
Padre Antonio.
(¡Habla!)
De un indio disfrazado miro
en
ti claras señales, que la lengua
de
esa tribu que finges...
Indio.
¡De
malvado
si
que miro yo en ti claras las señas!
¡Apartad,
que parece que en su cerco
la
contagiada atmósfera envenena!
Indio
soy con disfraz, puesto que tengo
un
alma --cosa extraña y estupenda,
un
alma que en el suelo en que nacimos
al
darnos el bautismo el cura quema.
Indio
soy, con disfraz, pues que torcieron
de
modo mi infeliz naturaleza
que
natural parece la ignominia,
y
más cara parece la vergüenza.
¡Esa
es tu obra, villano! ¡Esa es la obra
de
ese que tras de ti mueve su lengua
¡Alzar
quisisteis catedrales de oro
sobre
graves cimientos de conciencias,
y
sobre los sepulcros de una raza
comprar
encajes y elevar iglesias!
¡Oh
torpe y fragilísimo cimiento!
La
conciencia dormita, no está muerta,
y
el día que tremenda se sacuda,
catedrales
y encajes dan en tierra.
Pueblo.
¡Viva
el indio!
Indio.
¡Yo,
no! ¡ La patria libre!
Pueblo.
¡Perezca
el sacristán!
Pedro.
Nadie
perezca.
¡Mil
veces se ha perdido la justicia
por
la exageración de la violencia!
Un
pueblo ha muerto bajo el yugo hispano...
El
hombre justo nuestro hermano sea.
Los
tiranos que el látigo fabrican
arrójelos
el látigo mar fuera.
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