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Martí, el escritor
La Edad de Oro |
A los niños que
lean la "Edad de Oro"
Para los niños es este
periódico, y para las niñas, por supuesto. Sin las niñas no se puede vivir,
como no puede vivir la tierra sin luz. El niño ha de trabajar, de andar, de
estudiar, de ser fuerte, de ser hermoso: el niño puede hacerse hermoso aunque
sea feo; un niño bueno, inteligente y aseado es siempre hermoso. Pero nunca es
un niño más bello que cuando trae en sus manecitas de hombre fuerte una flor
para su amiga, o cuando lleva del brazo a su hermana, para que nadie se la
ofenda: el niño crece entonces, y parece un gigante: el niño nace para
caballero, y la niña nace para madre. Este periódico se publica para conversar
una vez al mes, como buenos amigos, con los caballeros de mañana, y con las
madres de mañana; para contarles a las niñas cuentos lindos con que entretener
a sus visitas y jugar con sus muñecas; y para decirles a los niños lo que
deben saber para ser de veras hombres. Todo lo que quieran saber les vamos a
decir, y de modo que lo entiendan bien, con palabras claras y con láminas
finas. Les vamos a decir cómo está hecho el mundo; les vamos a contar todo lo
que han hecho los hombres hasta ahora.
Para eso se publica la Edad de Oro: para que los niños
americanos sepan cómo se vivía antes, y se vive hoy en América, y en las
demás tierras; y cómo se hacen tantas cosas de cristal y de hierro, y las
máquinas de vapor, y los puentes colgantes, y la luz eléctrica; para que
cuando el niño vea una piedra de color sepa por qué tiene colores la piedra y
qué quiere decir cada color; para que el niño conozca los libros famosos donde
se cuentan las batallas y las religiones de los pueblos antiguos.
Les hablaremos de todo lo que se hace en los talleres,
donde suceden cosas más raras e interesantes que en los cuentos de magia, y son
magia de verdad, más linda que la otra; y les diremos lo que se sabe del cielo,
y de lo hondo del mar y de la tierra; y les contaremos cuentos de risa y novelas
de niños, para cuando hayan estudiado mucho, o jugado mucho, y quieran
descansar. Para los niños trabajamos, porque los niños son los que saben
querer, porque los niños son la esperanza del mundo. Y queremos que nos
quieran, y nos vean como cosa de su corazón.
Cuando un niño quiera saber algo que no esté en La
Edad de Oro, escríbanos como si nos hubiera conocido siempre, que nosotros le
contestaremos. No importa que la carta venga con faltas de ortografía. Lo que
importa es que el niño quiera saber. Y si la carta está bien escrita, la
publicaremos en nuestro correo con la firma al pie, para que se sepa que es
niño que vale. Los niños saben más de lo que parece, y si les dijeran que
escribiesen lo que saben, muy buenas cosas que escribirían. Por eso la edad de
Oro va a tener cada seis meses una competencia, y el niño que le mande el
trabajo mejor, que se conozca de veras que es suyo, recibirá un buen premio de
libros, y diez ejemplares del número de la edad de Oro en que se publique su
composición, que será sobre cosas de su edad, para que puedan escribirla bien,
porque para escribir bien de una cosa hay que saber de ella mucho. Así
queremos que los niños de América sean: hombres que digan lo que piensan, y lo
digan bien: hombres elocuentes y sinceros.
Las niñas deben saber lo mismo que
los niños, para poder hablar con ellos como amigos cuando vayan creciendo; como
que es una pena que el hombre tenga que salir de su casa a buscar con quien
hablar, porque las mujeres de la casa no sepan contarle más que de diversiones
y de modas. Pero hay cosas muy delicadas y tiernas que las niñas entienden
mejor, y para ellas las escribiremos de modo que le gusten; porque la Edad de
Oro tiene su mago en la casa, que le cuenta que en las almas de las niñas
sucede algo parecido a lo que ven los colibríes cuando andan curioseando por
entre las flores. Les diremos cosas así, como para que las leyesen los
colibríes, si supiesen leer.. Y les diremos cómo se hace una hebra de hilo,
cómo nace una violeta, cómo se fabrica una aguja, cómo tejen las viejecitas
de Italia los encajes. Las niñas también pueden escribirnos sus cartas, y
preguntarnos cuanto quieran saber, y mandarnos sus composiciones para la
competencia de cada seis meses. ¡De seguro que van a ganar las niñas!.
Lo que queremos es que los niños sean felices, como
los hermanitos de nuestro grabado; y que si alguna vez nos encuentra un niño de
América por el mundo nos apriete mucho la mano, como a un amigo viejo, y diga
donde todo el mundo lo oiga: "¡Este hombre de La Edad de Oro fue mi
amigo!"
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