PERSONAJES

Originalmente aparecido en La Posada sin nombre

Por Abel Ferrer

Aunque parezca mentira, no hay mejor manera de conocer a una persona que jugar a rol con ella. Si creyese en la psicología, diría que los juegos de rol deshiniben a las personas. Las posibilidades que da y la total libertad de los jugadores para hacer lo que quieran, rompe todos los tabúes establecidos por la sociedad donde se hallan inmersos haciendo emerger la verdadera personalidad del jugador...etc,etc,etc. Como que no creo en la psicología no intentaré dar una respuesta, pero os aseguro que algo pasa cuando alguien interpreta su personaje. Es más, yo diría que, por mucho que cambie el escenario del juego (ci-fi, fantasía, terror...), todos los personajes de un jugador se parecen irremediablemente entre ellos.

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Haced una prueba: recordad algunas de las fichas que lleve algún compañero de partida y pensad si no son en realidad el mismo personaje en diferentes ambientaciones. Me explico: por mucho que B. intente evitarlo, sus personajes siempre acaban desembocando en el mago, místico o jedi al borde del lado oscuro, con un pie en el infierno y otro en la tierra. Y eso independientemente de que juegue a Dungeons & Dragons, a Aquelarre o Star Wars. Pero eso no es todo, el que esté libre de toda culpa que tire la primera piedra: mis propias fichas también se parecen unas a otras en todos los juegos. He intentado cambiar, de verdad que lo he intentado. Mi última ficha de AD&D es un elfo mago-ladrón. En un principio, intenté hacerla diferente de las demás: solitaria, introvertida y sin amigos, iba con los demás por simple casualidad. A medida que avanzaba el juego, mi elfo empezó a parecerse demasiado a mis demás personajes: un tipo hablador, alegre, un poco mordaz y que no pierde la ocasión de hacer alguna broma a sus compañeros de fatigas. O sea, clavada a mi contrabandista de Star Wars o a mi abogado de Cthulhu. Mis compañeros de juego suelen ejemplificarlo con una imagen muy significativa: para ellos, mis fichas son todas una mezcla entre Han Solo y yo (físicamente, me refiero. Me imaginan a mí con el chalequito y todo lo demás).

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Cuando la cosa es realmente grave, se tiende a confundir los personajes unos con otros. I. tenía como personaje a un salvaje en Rune Quest, uno de esos tipos que no saben lo que es la civilización y que hablan como los indios: "mi querer estrella de belén para adornar árbol de navidad". La ficha no acabó muy bien, digamos que se convirtió en abono. Lo que nos dejó sorprendidos es que, en la siguiente partida, esta vez de Dungeons & Dragons, su enano, que hasta entonces siempre había hablado normal, empezó a hablar de la misma manera que el personaje de Rune: "nosotros coger caballo para ir ciudad". Últimamente todas sus fichas hablan de la misma manera. Más ejemplos: una chica con la que jugué varias veces siempre se hacia personajes de género masculino. También conozco a un chico que sólo se hace personajes femeninos, cuanto más atractivos mejor.

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Ya sé que al principio he dicho que no intentaría dar ninguna explicación, pero he cambiado de idea. Juguemos un poco a los psicólogos: no sé vosotros, pero yo escojo para mis fichas la personalidad que más me gusta. Quizás es la que elegiría para mí mismo, si fuese libre para escoger: alegre y sin preocupaciones (no me preguntéis por qué no cambio de personalidad, si es lo que me gustaría. No es así de fácil). Volviendo a los ejemplos anteriores, yo diría que a B. siempre le ha gustado tener una aura de misterio a su alrededor. Por eso que siempre coge personajes extremos: magos, jedis... Lo que no me acabo de explicar es por qué acaba haciendo de sus personajes unos seres atormentados que intentan agarrarse al bien mientras el mal tira de ellos. Ya puestos, tampoco entiendo la elección de I.: personajes alejados de la civilización humana que se sienten confundidos al llegar a esta o personas que la sociedad ha rechazado (jedis fracasados y demás).

Acabemos. No sé si hay estudios de psicología sobre esto, pero os aseguro que todos los jugadores con los que he coincidido y que jugaban de verdad a rol (no que sólo se limitaban a tirar dados) tienen una personalidad oculta que emerge durante el juego. Si el refrán dice que la cara es el espejo del alma, yo creo otra cosa: el personaje es el espejo del alma, la cara sólo es su fachada.

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Todas las notas:
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