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E.-
EL JUICIO RELIGIOSO (22,
63-71) Este
pasaje tiene un problema de cronología, pues mientras Mateo y Marcos
señalan dos sesiones del sanedrín (una por la noche y otra por la mañana)
(Mt 26, 57-68;27,1; Mc14,53-65;15,1), Lucas sólo señala una sesión
por la mañana (26,66-71). ¿Se puede decir que Lucas omite una sesión,
o mas bien que Mateo y Marcos juntan dos tradiciones? Si tomamos en
cuenta la narración de Juan, leemos en ella dos comparecencias de Jesús,
una durante la noche ante Anás(18.12-23), y otra muy de mañana en
casa de Caifás (18,24). Ya en la última cena vimos que Juan nos
aporta el dato más histórico sobre la cronología de la cena, por lo
tanto, podemos decir que a un lado de sus desarrollos teológicos,
Juan conserva recuerdos históricos de gran valor, particularmente en
la Pasión. Ahora, si comparamos estas conclusiones con el evangelio
de Lucas, vemos que concuerdan mucho más con el evangelio de Juan que
con Mateo y Marcos; pues las negaciones de Pedro por la noche, la
mirada de Jesús y los ultrajes antes del amanecer se entenderían
mejor desde la estancia de Jesús en la casa de Anás, y su
comparecencia ante el sanedrín “en cuanto se hizo de día”(22,66),
concordaría bien con la segunda tradición del juicio de Jesús que
Mateo y Marcos también comparten.[1] Lucas
parece interesarse por desarrollar sólo lo necesario para presentar a
Jesús como el Mesías, Hijo de hombre sentado a la diestra de Dios y
como Hijo de Dios. Por ello dejará fuera los testimonios en contra de
Jesús, presentará a las autoridades de manera colectiva y no hará
mención explícita del motivo de la condena; tal vez porque estos
motivos los presentará más adelante de manera política ante Pilato
(23,2). También encontramos que no sitúa las negaciones de Pedro al
final del juicio religioso como los otros dos sinópticos, pues como
lo analizamos anteriormente, Lucas deslinda de las responsabilidades
de la condena a los discípulos. **** El
Hijo del hombre estará sentado a la diestra del poder de Dios. 22,69 Lucas
sigue a los sinópticos en esta afirmación (Mt 26,64; Mc 14,62), aunque
elimina la parte final que dice: “(Y
lo veréis) venir entre las nubes del cielo”.
Parecería que Lucas elimina esta última afirmación para evitar crear
una confusión entre las comunidades sobre la parusía , que en aquel entonces
algunos la veían como una inminencia (I Tes 5,1-13;
II Tes 2, 1-3). El
título de Hijo del hombre es utilizado por Lucas 26 veces, 2 menos que Mateo
y 13 veces más que Marcos. Es muy probable que este sea uno de los títulos
que utilizó Jesús durante su predicación para referirse a él mismo, o al
personaje escatológico de Daniel (7,13) que vendría gloriosamente. Jesús
utiliza el título de Hijo de hombre para referirse a él mismo diez veces en
Lucas (5,24; 6,5. 22; 7,34, 9,22. 44. 58; 19,10; 22,22; 24,7), y otras once
veces para referirse a él mismo como el personaje escatológico que vendrá
en su gloria (9,26; 18,8; 21,27), estará ante los ángeles (12,8), llegará
su día (17,22.24.26.30; 21,36) y se sentará a la diestra del poder de Dios
(22,69). Este título le ayudaba a Jesús a manifestar por un lado su carácter
humano; y a la vez su carácter escatológico - mesiánico que se cumpliría
cuando viniera en su gloria (9,26). Para
comprender mejor esta afirmación, es necesario que repasemos la pregunta que
se le hace a Jesús: “Si tú eres el Cristo, dínoslo”. Jesús sabe, lo
ambivalente que es dicho término, pues por algo él evita ser llamado de esta
manera a lo largo de su evangelio; por eso nunca afirma que sí es el Cristo,
sino busca describir qué tipo de mesianismo quería hacer presente. Al
explicarlo con la figura del Hijo del hombre que está sentado a la diestra
del poder de Dios, Jesús se declara como Mesías, es decir, como aquel que
habría de venir del cielo y a quien se le daría “imperio, honor y
reino”(Dn 7,14) y también como Señor, que está sentado a la diestra de
Dios, en una clara referencia al
salmo 110,1. Aunque
esta afirmación no es exclusiva de Lucas, es importante subrayarla dentro de
los aspectos salvíficos del juicio a Jesús. Ahora no cabe duda que Jesús se
revela como el Mesías; él es quien habría de venir a salvar a su pueblo, y
el silencio posterior nos mostrará su aceptación en la manera de cómo habría
de realizar esta obra plenamente. **** Entonces,
¿tú eres el Hijo de Dios? Él les dijo: “Vosotros lo decís: Yo
soy” 22,70 El
“entonces” de esta segunda pregunta relaciona directamente lo que
Jesús acaba de afirmar y muestra que los sanedritas han entendido
perfectamente el alcance de sus palabras. Esta segunda pregunta es la
consecuencia lógica de la respuesta de Jesús a la primera. Me parece
interesante recalcar a nivel del texto que Mateo y Marcos juntan este título
al de Mesías o Cristo (Mt 26,63; Mc
14,61), mientras que Lucas lo separa, mencionándolo después de que Jesús
se presentó como el Hijo de hombre sentado a la diestra de Dios. Lucas
menciona el título de Hijo de Dios 7 veces en todo su evangelio; 2
veces en la anunciación (1,32.35); 2 veces por Satanás (4,3.9); 2 por
los demonios que expulsaba (4,41; 8,28); y una vez en su juicio ante el
sanedrín (22,70). Lucas
evita este título porque su público era helenista y en su mitología y
en los ambientes estoicos se usaba este título con sentido panteísta y
politeísta, pues se aplicaba a hombres célebres o dotados de atributos
extraordinarios. Ellos eran hijos de dios en sentido natural y biológico.
Por lo tanto, no era el mejor título para designar a Jesús. Por otro
lado, con este título se expresaba esa relación única y singular
entre Jesús y el Padre. Relación completamente distinta a la que otros
pudieran tener, pues claramente Jesús había hecho la distinción,
“mi Padre” (10,22) y “vuestro Padre” (Lc 6,36; 12,30.32).
Además, Lucas ya lo había presentado como Hijo de Dios en la
anunciación, por lo tanto era importante para él dejar claro que aquel
Jesús de la encarnación anunciado a María como el Hijo de Dios, era
el mismo que se presentaba hoy ante el sanedrín para culminar su misión. Este título marca pues un momento culmen dentro de la narración evangélica de la vida de Jesús. Éste que solamente había sido reconocido como Hijo de Dios por los demonios, ahora se revela al mundo, trayendo con ello una esperanza salvífica de tradición veterotestamentaria; pues Jesús había aclarado que el Mesías no era hijo de David sino Hijo de Dios (20,41-44). Así, él completa la revelación declarándose Mesías e Hijo de Dios, títulos con connotación salvífica para todo el pueblo. Pbro.
Héctor M. Pérez
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