Selecciona tu opción:  El Perdón como presencia del Reino, El silencio salvífico de Jesús, Jesús ofrece la Salvación, Arrepentimiento de los testigos, Índice

                                                                                                                                    

G.- Crucifixión, muerte y sepultura de Jesús (23,33-48)

Una vez más, aunque hay muchos recuerdos comunes entre los tres sinópticos, las omisiones y las adiciones de Lucas conforman un relato muy original y novedoso. Lucas tiene un interés especial en mostrar que los rasgos más característicos y constantes de la vida de Jesús se hacen todavía más perfectos en la cruz. “Así, por ejemplo, la inocencia de Jesús se acentúa en el proceso ante Pilato y, aquí, es reconocida por el buen ladrón (23,41) y por el centurión pagano (23,47).  Jesús ha vivido toda su vida en continua búsqueda de los marginados y de los pecadores y ahora muere en la cruz entre dos malhechores (23,33). Ha hablado de perdón y ha predicado el amor a los enemigos ( 6,27-42; cap. 15) y, ahora, en la cruz, no sólo rechaza la violencia, sino que perdona hasta a los que le crucifican (23,34) y muere por los que le rechazan, siendo una representación viviente de la misericordia de Dios, de la que habla toda la Escritura. Jesús nunca se ha preocupado de sí mismo, sólo y siempre de Dios y de los hombres. Ahora, en la cruz, resiste a la tentación de salvarse a sí mismo. Así, la cruz aparece como la conclusión de su vida.” [1]

****

1.- El Perdón como presencia del Reino

 Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen.  23,34

Este texto tiene un fuerte problema de crítica textual, pues es omitido por importantes fuentes[2]. Los que lo omiten ven en este versículo un reflejo de lo que sucedió después en la muerte de Esteban (Hch 7,60) y más aún una manera de introducir el discurso sobre la ignorancia de los judíos al crucificarle (Hch 3,17; 13,27). Ahora, nosotros tomamos este versículo siguiendo la traducción de la Biblia de Jerusalén y vemos como elementos a su favor: los manuscritos que lo atestiguan; el tema del perdón que es uno de los temas predilectos de Lucas, así lo atestiguan los pasajes exclusivos de Lucas que hablan del perdón  (7,36-50; 15,1-32; 19,1-10; 22,61); en los escritos posteriores encontramos una idéntica apreciación de las causas de su muerte: “no saben lo que hace” (Hch 3,17; 1 Cor 2,8); y la oración de Esteban tendría el mismo espíritu que la de su Maestro (Hch 7,60).

Como lo acabo de mencionar, el tema del perdón es un tema predilecto de Lucas. Jesús ya había hablado de perdonar a nuestros enemigos (6, 27-35),  del perdón del Padre hacia su hijo (15,11-32), y de perdonar siete veces al día (17,4). Además Jesús había asociado este tema a la alegría de la llegada del Reino. Esto lo vemos en el paralítico que es llevado en una camilla (5,17-26), a él Jesús le perdona los pecados y sólo para mostrarles a los escribas y fariseos la realidad de su autoridad, cura al enfermo. También está la escena de la pecadora pública a la que Jesús le perdona los pecados (7,48); por último tenemos la oración que Jesús enseñó a sus discípulos donde habla de pedirle perdón al Padre y del compromiso de perdonar los pecados a nuestro prójimo (11,4).

Por lo tanto, escuchar a Jesús pedirle al Padre que perdone a aquellos que participaban en su crucifixión (sacerdotes, escribas, la muchedumbre y los soldados), nos tiene que hacer pensar en la presencia del Reino; en este momento crucial en el que la obra del Padre está llegando a su culmen, Jesús no hace otra cosa sino manifestar lo que él mismo había predicado como parte de del mensaje del Reino: el perdón del Padre. Así, encontramos en estas palabras un sólido testimonio de la predicación y la acción misericordiosa de Jesús. Son palabras de salvación y no de condena las que Jesús otorga a sus enemigos, Jesús es coherente con su mensaje, él ha venido a traer salvación y este momento no representa una excepción.

Arriba

****

2.- El silencio salvífico de Jesús

Los insultos a Jesús los encontramos en los tres sinópticos; en Juan no aparece nada de este tema. En Mateo y Marcos los insultos los hacen la gente que pasaba por ahí, las sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos, además de los salteadores que estaban crucificados con Jesús (Mt 27,39-44; Mc 15, 29-32). En Lucas esto cambia un poco: el pueblo mira la escena, los magistrados hacen muecas e insultan a Jesús(23,35), los soldados también lo insultan (23,36), y de los dos malhechores, uno lo insulta y el otro lo reconoce como rey (3,39-43).  Además de los personajes, en una lectura sinóptica, también se percibe que los sacerdotes y escribas en Mateo y Marcos le piden que baje de la cruz “para creer en él” (Mc 15,32), mientras que Lucas no parece darle ese sentido a los insultos. Para Lucas los insultos no muestran otra cosa que el deseo de burlarse de él, creando así un panorama más adverso contra Jesús. También en este sentido del contenido de los insultos, llama mucho la atención la repetición del verbo “salvar”, “que se salve a sí mismo” repetirán cada uno de ellos en distintas formas; 4 veces lo encontramos en Lucas, 4 en Mateo y 3 en Marcos; ante todos estos insultos Jesús permaneció callado.

Lucas llega al culmen de su tema sobre el rechazo de Jesús, este rechazo ha venido creciendo a través del evangelio por parte de los sumos sacerdotes y los escribas (6,7.11; 11,53-54; 19,48; 20,19-20; 22,2), en un principio buscaban de qué acusarle (6,7.11), después buscaban cómo hacerle desaparecer (22,2), ahora ya habían logrado crucificarle y se afanaban en cantárselo a la cara. Pero no sólo son los magistrados, sino también los soldados romanos que se burlaban de su “pretensión de ser rey” pues es lo que les afectaba a ellos; los malhechores también le reclamaban su aparente falta de acción; y el pueblo que lo miraba lo había rechazado antes pidiendo su crucifixión. Todo señala el fracaso de su misión.

Por otro lado, Jesús nunca había rechazado curar o perdonar a alguien, todo su ministerio se había preocupado por enseñar a quien lo necesitara, sanar a quien se lo pedía y perdonar a quien así lo requiriera; pero ahora, Jesús decide no salvarse a sí mismo, decide permanecer callado ante los insultos y tentaciones que nos recuerdan a las tentaciones del demonio narradas por Lucas al inicio de su ministerio (4,1-13). Jesús no se salva a sí mismo para salvar la humanidad.

En esta perícopa se alcanza la manifestación más clara y profunda de la misión de Jesús, “yo estoy en medio de vosotros como el que sirve” (22,27).  Jesús no ha venido a realizar milagros para divertir (23,8) o para su propio provecho, ni tampoco a “pelearse” con los escribas y fariseos sobre su doctrina; Jesús ha venido a redimir la humanidad que su Padre le ha confiado; por eso en este momento crucial de su vida sabe que debe permanecer callado y aceptar su muerte como el testimonio más sublime de fidelidad al Padre y amor a sus hermanos.  Dios envía a su Hijo, los hombres lo han rechazado, y el Hijo lo acepta con su esperanza total puesta en su Padre.  Este es el cuadro salvífico que Lucas nos ha presentado con genialidad.

Arriba

  ****

3.-Jesús ofrece la salvación

Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.  23,43

Esta narración de los dos malhechores con Jesús es un desarrollo del versículo de Marcos y Mateo: “también le injuriaban los que con él estaban crucificados” (Mt 27,44; Mc 15,32). Todo parece indicar que es una “pincelada” más de Lucas, para recalcar el carácter salvífico de Jesús. La palabra “Paraíso” es utilizada, aparte de esta, dos veces en el NT: 2 Cor 12,4 en referencia a donde fue arrebatado Pablo en sus visiones y Ap 1,7 mencionando el lugar donde está el árbol de la vida. Por lo tanto, podríamos decir que Jesús le está hablando de un lugar celestial, de su reino escatológico.

Jesús está hablando en tono triunfal, es decir está hablando de acciones que realizará después de su muerte; por lo tanto estas frases nos muestran a un Jesús seguro de poder ofrecer la salvación a quien ha confiado  en él. Así como en su prendimiento Jesús curó al siervo del sumo sacerdote(22,51), y al final de las negaciones Jesús miró a Pedro para amarlo (22,61), ahora Jesús le abre las puertas de su Reino al primer creyente que muere: “hoy estarás conmigo en el Paraíso”(23,43).  Esta acción salvífica de Jesús nos muestra una vez más la universalidad y la gratuidad de su salvación. La salvación de Jesús no será sólo para los que han caminado por mucho tiempo con él, sino será para todo aquel que lo reconozca como Dios, como Cristo y Señor.

Arriba

  ****

4.- Arrepentimiento de los testigos

Y todas las gentes que habían acudido a aquel espectáculo, al ver lo que pasaba, se volvieron golpeándose el pecho. 23,48

El reconocimiento por parte del centurión de Jesús como un hombre justo (Lucas) o como Hijo de Dios (Mateo y Marcos) es común a los tres sinópticos, pero Lucas vuelve a agregar un detalle significativo que permitirá unir el aspecto salvífico de esta narración con la resurrección. Lucas nos dice que todas las gentes que habían acudido a aquel espectáculo, se volvieron golpeándose el pecho (23,48). Este gesto nos hace clara referencia a un arrepentimiento, pues el mismo Lucas lo utiliza en otra perícopa cuando quiere mostrar el arrepentimiento de un publicano (18,13).

Este gesto es un testimonio del sentimiento que prevalecía entre los que habían puesto su esperanza en Jesús (aunque en la narración incluye a muchos más). Lucas retomará este estado de ánimo de la gente en los dos discípulos que camino a Emaús se encuentran con Jesús; ellos caminan con aire entristecido porque los sumos sacerdotes y magistrados crucificaron Jesús y ellos lo consideraban un profeta poderoso (24,19-20). Hay algo en la muerte de este hombre que les dice a la gente que se retiraba del Calvario que su muerte estuvo mal. Así deja Lucas “preparado” el terreno para la manifestación gloriosa de Jesucristo; aquel a quien injustamente han asesinado, y que Dios ha constituido Señor y Cristo (Hch 2,36)

  ****

Pbro. Héctor M. Pérez

hmpv@infosel.net.mx  

 Arriba

Menú

Arriba

Atrás