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H.-
CONCLUSIÓN El
texto de Lucas parece formar un conjunto con los otros dos sinópticos y
posee numerosas relaciones con el evangelio de Juan, aunque guarda una
libertad para agregar y eliminar escenas o frases que le ayuden a
transmitir su propio mensaje. Es precisamente en estas peculiaridades de
Lucas que nos encontramos con un mensaje salvífico lleno de calidez,
generosidad y gratuidad por parte de Jesús. El núcleo o la clave de
interpretación de esta gran pintura de la Pasión que Lucas elabora sería
el servicio oblativo y redentor, es decir la conciencia de Jesús de
saberse enviado a vivir y morir no para su gloria, sino por la
instauración del Reino y la salvación de sus hermanos; y es a través
de esta actitud que Jesucristo alcanza su glorificación. Lucas
había marcado gran parte del ministerio de Jesús como un viaje de
Galilea a Jerusalén (9,51), ahora nos presenta esta narración como el
camino de Jesús hacia su glorificación, de la comunión con sus discípulos
hacia la comunión con su Padre. Este camino comienza en la última cena
con el gesto profético de comunión más fuerte que Jesús haya
manifestado antes; Jesús ya había compartido sus enseñanzas con sus
discípulos, su oración, su relación con el Padre, su manera de vivir,
pero ahora les comparte toda su existencia, su cuerpo y su sangre a través
del pan y el vino pascual (22,19-20). Esta comunión marca el inicio del
desprendimiento y el abandono pleno de Jesús en las manos de su Padre
(23,46). Lucas nos presenta aquí mismo a Jesús enseñándoles que se
“entregará y se derramará”
por ellos; oblación y redención unidas íntimamente en este gesto; Jesús
está dispuesto a morir por ellos, como el Siervo de Isaías lo estaba
por las rebeldías de su comunidad (Is 53,4-5). Estas palabras
transmiten de manera perfecta la actitud que Jesús había vivido
durante todo su ministerio, una actitud de servicio incondicional, de
vivir para el otro, de amar y de perdonar a justos y pecadores; por eso
Lucas se encarga de remarcar esto en la misma cena con otras palabras:
“yo estoy en medio de vosotros
como el que sirve”(22,27). Jesús les dejaba con este testimonio
la manera más clara y concreta de permanecer unidos con él. Saliendo
de la última cena, Jesús hablará muy pocas veces, porque serán más
bien sus actitudes con las que Lucas nos irá recordando toda la vida de
Jesús. La conciencia que tiene Jesús en el monte de los Olivos de que
será entregado no le hace perder la paz, Jesús se muestra dueño de la
situación, inclusive compasivo con el siervo herido(22,51). Ante la
traición de Pedro, Jesús lo mira para perdonarlo y amarlo(22,61); no
tiene que decir nada, Pedro sabe cuánto lo ama su maestro y cómo lo ha
traicionado él, por eso sale llorando amargamente (22,62).
Ante sus adversarios Jesús calla, sólo habla para dejar clara
su identidad: él es el Hijo del hombre que está sentado a la derecha
del poder de Dios (22,69), no como su servidor, sino como el mismo Hijo
de Dios; por lo tanto Jesús menciona el título que ya había utilizado
para identificarse a si mismo muchas veces antes, pero le agrega la
connotación escatológica, su presencia a la derecha de Dios. Además
esta vez no calla a quienes le han llamado Hijo de Dios, como lo había
hecho al principio de su ministerios (4,41), sino que les confirma sus
afirmaciones (22,70). De
aquí en adelante Jesús caminará hacia la cruz, hacia su Padre,
actuando sólo para mostrar compasión y perdón. Realmente el mensaje
salvífico más profundo Jesús nos lo transmite con su silencio
oblativo. Ante las burlas y las tentaciones presentadas ante él por los
magistrados, los soldados y uno de los ladrones crucificados, Jesús
calla. No está dispuesto a caer en la tentación de librarse de este
sufrimiento y perder así la oportunidad de mostrarnos la trascendencia
de su diaconía. En este momento adquieren sentido todas sus palabras,
todos sus gestos, todos sus milagros, las mismas palabras de la última
cena con sus discípulos; si antes había hablado de servicio y oblación
como las actitudes básicas de los hijos del Reino, ahora las hacía
vida en su carne y su sangre. Jesús ha redimido al mundo porque no amó
tanto su vida que no la pudiera entregar al Padre por sus hermanos. Así, podríamos resumir los mensajes salvíficos más fuertes mostrados durante la pasión en los siguientes puntos: 1. Jesús camina de la comunión con sus discípulos hacia la comunión plena con su Padre. 2. Jesús les comparte toda su existencia, su cuerpo y su sangre, a través del pan y el vino pascual. 3. Jesús se manifiesta dispuesto a entregar y derramar su vida por ellos, oblación que nos recuerda el sufrimiento vicario del 4ª cántico de Isaías (Is 52,13-53,11). 4. “Estar en medio de ellos como el que sirve” (22,27), es la actitud que nos ayuda a comprender el carácter diaconal de las palabras de Jesús, y a la vez es lo que Jesús les pide a sus discípulos para permanecer en comunión con él. 5. Jesús camina libre y conscientemente durante toda su pasión, en actitud oblativa al la voluntad de su Padre. 6. Jesús se muestra compasivo y misericordiosos con quienes se encuentra a lo largo de su camino hacia la cruz y hacia su Padre. 7. El silencio oblativo de Jesús frente a las burlas de magistrados, soldados y el ladrón marca el culmen de su opción por vivir para su prójimo y no para él, y le permite alcanzar la comunión perfecta con su Padre a través de la muerte y ofrecernos la salvación. 8. La muerte del Justo provoca arrepentimiento entre las gentes (golpeándose el pecho). Pbro.
Héctor M. Pérez
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