11.- Otros reconocimientos y brindis por Grau
El escritor chileno
Gonzalo Bulnes, hermano del coronel Bulnes, capturado por
Grau en el transporte «Rímac», escribió lo siguiente: Miguel
Grau fue un gran marino que sacó todo el provecho posible
del pequeño y glorioso barco que regía. Sus correrías tienen
a menudo sello de audacia, siempre de inteligencia y
destreza........exasperó al contendor y perturbó seriamente
sus planes, y gracias a su valerosa actividad detuvo por dos
meses la invasión exterminadora que aguardaba a las puertas
de su patria......El «Huáscar» contuvo el avance de las
fuerzas chilenas desde agosto hasta fines de octubre,
proporcionando al Perú un tiempo precioso y último para
adquirir elementos navales o para conseguir alianzas. Grau
enalteció el nombre de su país y envolvió en un marco de
grandeza el fin del poder naval del Perú.
Jacinto López,
historiador venezolano, dijo: Con el «Huáscar», Grau hizo la
campaña en la Guerra del Pacífico, retardando él sólo la
invasión de su patria por las hordas de la conquista.....La
portentosa nave peruana, burló y humilló cien veces a la
flamante escuadra enemiga, imponderablemente superior en
cañones, en corazas, en artilleros, en fuerzas veteranas en
elementos de toda clase y en poder combatiente.
- El
diario “El Heraldo” de Valparaíso, escribía el 25 de febrero
de 1889, sobre el brindis que por Grau, hizo el marino
argentino Manuel Barraza en una fiesta de marinos chilenos y
argentinos. Dice el diario chileno:
Habíamos guardado
silencio, acerca de un incidente que ocurrió en el Club
Valparaíso, por respeto a nosotros mismos, pero ya que él ha
salido de los linderos de la conversación, no podemos
resistir a transcribir un suelto que acerca de ese suceso
encontramos en un diario de Santiago, “El Independiente”
Decía, pues, que el cónsul argentino ofreció una comida a la
oficialidad de la cañonera a la cual no asistieron los jefes
de nuestra Marina que habían sido invitados, pero a la cual
concurrió el Comandante General y oficiales.
En
ella se gastaron las mismas cariñosas atenciones, la misma
franca cordialidad, la misma fraternidad abierta que siempre
han encontrado nuestros huéspedes desde que entraron por
primera vez en aguas chilenas, al fondear en Punta Arenas, y
que han encontrado después en Talcahuano y en Valparaíso.
Cuando se retiraron de la mesa del Cónsul, uno de los
presentes propuso ir a vaciar la última copa de champaña al
Club Valparaíso, el centro social más escogido tal vez de
nuestra ciudad.
Aceptada la invitación, se dirigieron todos al club, donde
los marinos argentinos fueron presentados a los que allí
estaban y donde se les atendió con la misma galantería,
mientras se preparaba rápidamente la cena. Una vez en el
comedor y llenadas las copas de champaña, el caballero
chileno, propuso vaciarlas en homenaje a un guerrero
americano que simbolizaba la fraternidad de Chile y la
Argentina, y cuyo nombre glorioso, que vivirá siempre en la
historia y en el corazón de los dos pueblos, sería perpetuo
lazo de unión para ambos: en homenaje al general San
Martín.
Como
se ve, ningún recuerdo podía ser más cortés ni más oportuno
en aquellos momentos en que se festejaba a oficiales de
guerra argentinos. Se evocaba una gran figura de una epopeya
común a Chile y aquella república (Argentina), y se colocaba
así, en momentos de expansión y de afecto, a chilenos y
argentinos a la luz fraternal de una gloria común.
Levantóse para contestar el brindis, uno de los marinos
argentinos, y pidió una copa por otra figura inmortal de la
historia americana, por un héroe legendario, cuya gloria
bastaba por sí sola para dar honor a un continente, por un
marino que debió alumbrar al mismo océano en la reciente
guerra del Pacífico, por uno de esos guerreros sublimes,
ante los cuales el sentimiento de nacionalidad desaparece
para dejar sólo en el alma el sentimiento de admiración.
Todos
veían ya brillar a flor de labios del marino argentino el
nombre de Prat, y con la copa levantada esperaban que fuera
pronunciado ese nombre augusto y querido, para dar
expansión a los sentimientos generosos del entusiasmo y la
fraternidad.
El
marino argentino, continuó diciendo: por un héroe
eminentemente americano, por el inmortal marino a quien
todos los que seguimos la carrera del mar, debemos de tomar
como ejemplo y como modelo; Señores, por Miguel Grau.
Difícil sería pintar la impresión que causaron estar
palabras; una bomba que hubiera caído en medio de la sala,
no hubiera producido un movimiento igual de estupor.
Las
copas volvieron a caer llenas sobre la mesa y pasado el
primer momento de asombro, que casi no había dejado lugar a
la indignación, circuló naturalmente por los asientos un
aire amenazador, duramente reprimido por el hidalgo
sentimiento de encontrarse los ofendidos dentro de su propia
casa.
El
mismo comandante argentino, quedó sorprendido de la
inesperada salida de su oficial y notando la impresión
desastrosa que sus palabras habían producido, trató de
salvar aquella situación imposible y dijo: Señores, mi
compañero se ha equivocado sin duda; poco habituado a los
nombres, ha confundido seguramente el de Grau con el de
Prat; su intención ha sido pedirnos una copa por Arturo
Prat.
La
explicación no era excesivamente aceptable, pero el autor
del brindis, se encargó de poner en claro las cosas:
No
Señores, insistió, he dicho Miguel Grau y no me he
equivocado, mi intención ha sido una copa por Miguel Grau.
Aquello pasó de los límites de lo posible. Con secas y
breves frases de protesta, todos se retiraron de la sala.
Era el único camino que quedaba, si no quería darse a esa
absurda escena un desenlace sangriento. La cadena de la
hospitalidad ató muchos brazos que en otras circunstancias,
se habrían levantado como el rayo en pos de la ofensa.
Como se puede apreciar,
aún existía en Chile sentimiento contrario al Perú, y las
heridas de la guerra no se habían cicatrizado, ni aún ante
la evocación de Grau, el marino generoso, que había
concitado en 1879 la admiración de los mismos chilenos.
Un año más tarde, con
ocasión de la repatriación de los restos de Grau y de los
heroicos oficiales del «Huáscar» al Perú, menudearon en
Chile las expresiones de alabanza para esa gran figura que
fue Miguel Grau