3.- El Contrato Dreyffus
Como el Tesoro Público estaba
en falencia, Balta nombró como ministro de Hacienda a don
Nicolás de Piérola, por recomendaciones del general Rufino
Echenique, presidente de la cámara de Senadores. Cuando Piérola se presentó ante el Congreso dijo que el Perú se
encontraba al borde de un abismo pero que aún no había caído
en él. Se vio la inconveniencia de renovar los onerosos
contratos con los consignatarios del guano, pero como se
requería urgentemente dinero se les volvió a solicitar un
préstamo de 10’562.000 pesos a dichos consignatarios.
Entonces Piérola entró en tratos con la casa francesa
Dreyfus Hermanos y Cía. Estos se habían iniciado en Lima en
1852 con un pequeño capital montando una tienda de telas,
que administraban los hermanos Jerónimo, Isidro y Próspero,
a los cuales se sumó en 1858 otro hermano más, Augusto,
judío de nacimiento que a los 17 años se había convertido al
cristianismo y que llegó como socio minoritario, trabajando
como dependiente. En 1863 quedan como únicos socios Augusto
e Isidro el cual fue reemplazado en 1866 por León Dreyfus.
Desde el 5 de julio de ese año principiaron a trabajar en el
negocio del guano, se vincularon con grandes capitalistas
franceses y se firmó un contrato en París, lugar donde
trasladaron la sede del negocio. Por esa época, Augusto
tenía 30 años. Rápidamente prosperaron y se volvieron
millonarios.
El 5 de julio de 1869, el
Perú y los hermanos Dreyfus firmaron el célebre contrato que
lleva su nombre. De acuerdo con el contrato, el Perú se
comprometía a vender dos millones de toneladas de guano y
los Dreyfus se harían cargo de la deuda peruana. Al momento
de suscribir el contrato, el Perú recibiría 2’400.000 libras
esterlinas y le entregarían en forma mensual 700.000 soles
hasta marzo de 1871. Dada la fuerte oposición de los
consignatarios, recién en noviembre de 1870 pudo aprobar el
Congreso el contrato. El Perú pudo vivir espléndidamente,
con su ya saneada economía, pero Balta había resuelto llevar
adelante un gigantesco plan de construcciones ferroviarias y
en 1870 solicita un préstamo de s/. 59’600.000.00 a la casa
Dreyfus, que se hizo efectivo en febrero de 1871.
En 1870 Balta había formado
una comisión que integró Grau, para establecer si en la
garita de Moche podía construirse un puerto y habiendo sido
el informe favorable, se construyó el puerto de Salaverry
que reemplazó al de Huanchaco. Intervino también Grau a
favor del teniente Pera, del “Huáscar” en el juicio
militar que se le siguió, contribuyendo a su absolución
Balta creyendo que no había
peligro exterior redujo el ejército de 12.000 hombres a sólo
4.500, restableció el sistema el sistema de milicias con el
nombre de “Guardia Nacional”, canceló un contrato para la
construcción de 12.000 fusiles de acero belgas y mando a
desarmar y a vender al monitor “Victoria”, al transporte
“Sachaca” y al vapor “Loa” y como antes se habían perdido la
“Amazonas” y la “América”, la potencia de la escuadra se
resintió
Balta no quedó satisfecho con
el dinero que había conseguido y en enero de 1871 volvió
hacer una operación financiera en bonos con la casa Dreyfus
por 75 millones de soles.
De esa modo Balta en forma
criticable agotó la capacidad financiera del Perú y cuando
buscó dinero para la defensa no lo encontró. El 20 de
diciembre de 1871, el cónsul del Perú en Valparaíso coronel
Alfonso Salmón, remitió una nota secreta al presidente
Balta, haciéndole conocer que Chile había mandado a
construir dos poderosos blindados.
El 14 de febrero de 1872 Balta reúne a su
consejo de ministros y se acuerda la
construcción de dos barcos más poderosos que los chilenos y
se encarga al comandante general de la Marina, capitán de
navío Manuel Ferreyros para adquirir dos blindados, dos
cañoneras y armamento diverso. Ferreyros comprobó que en los
astilleros ingleses de Hull se estaban construyendo los dos
blindados chilenos. La casa Dreyfus se negó a hacer al Perú
un nuevo préstamo para adquirir los barcos y las gestiones
quedaron paralizadas. De ese modo los judíos franceses
así pagaron al Perú el haber sido el origen de su fabulosa
fortuna. Podemos también decir que allí se jugó el destino
futuro del Perú, porque si hubiéramos tenido esos barcos,
Chile no nos hubiera declarado la guerra.
Nuestros representantes en
Europa, recibieron una oferta del embajador turco del
sultán Abdul Hamid II que ofrecía en venta un acorazado que
ya estaba terminado en los astilleros Samuda de Londres que
ellos no podían pagar, y que tenía 6.000 toneladas, doble
hélice, 7.000 H.P., navegaba a 14 nudos por hora, coraza de
7 pulgadas, 4 cañones de 400 libras y 23 cañones de tiro
rápido. Es decir, un barco fabulosamente poderoso. Al final
fue vendido al imperio alemán.