GRAU  El peruano del milenio

Reynaldo Moya Espinosa

Carátula

Contenido

Prólogo

Capítulo I

Capítulo II

Capítulo III

Capítulo IV

Capítulo V

Capítulo VI

Capítulo VII

Capítulo VIII

Capítulo IX

Capítulo X

Capítulo XI

Capítulo XII

Capítulo XIII

Capítulo XIV

Capítulo XV

Bibliografía

Biografía de R. Moya E.

 

CAPÍTULO V:

GRAU EN EL "HUÁSCAR"

1.- La vuelta al servicio

2.- Grau y el puerto Salaverry

3.- El contrato Dreyfus

4.- La rebelión de los Gutiérrez

5.-Tratado secreto con Bolivia

6.- Muere la madre de Grau

7.- La rebelión de Piérola

8.- Diputado por Paita

9.- La memoria del 2 de enero de 1878

10.-La casa de Grau en Lima

11.- Grau en 1879 buscaba petróleo

12.- Grau dice ser hijo de Paita

 

9.- La Memoria del 2 de enero de 1878 

El capitán de navío, Miguel Grau, fue nombrado comandante general de la Marina el 30 de mayo de 1877 y al juramentarse ofreció hacer un informe sobre el estado general  en que se encontraban los barcos y de la marina en general. El comandante de la Marina, elevaba a sus superiores, el 2 de enero de 1878, una Memoria, en la que decía entre otras cosas, lo siguiente: 

El «Huáscar»; tenía dos mástiles; pero en junio de 1879, Grau le hizo quitar el trinquete de proa por que estorbaba el tiro de los cañones

“De algún tiempo atrás la marina no ha hecho adelanto material alguno, a excepción del aumento que ha recibido con el transporte “Limeña”, lejos de esto, su importancia ha desmerecido mucho, pues siendo nuestros principales buques construidos en una época en que el blindaje y gruesa artillería hacían sus primeros ensayos, ya han quedado muy atrás de las poderosas naves de guerra que se construyen en el día. Esta novedad que se ha hecho una ne- cesidad  imperiosa en todas las nacio- nes, proporcionalmente a sus exigen- cias, me hace llamar la preferente atención de vuestra excelencia que tanto conoce cuanto afianza una buena escuadra, los intereses, la tranquilidad y la soberanía de la nación. 

Demasiado conozco la aflictiva situación de nuestro  erario, sin embargo, en atención a las consideraciones expuestas, creo de mí deber reclamar la prestigiosa influencia de vuestra excelencia, para reforzar nuestra escuadra con los buques que según su ilustrada opinión sean necesarios. 

Haciendo a V.E. el anterior pedido, justo y conveniente  es que opine sobre la supresión de los buques que por su poca marcha, o por su estado de deterioro o inutilidad, sólo aumentan los gastos de la escuadra sin provecho y con detrimento de la conservación de los demás buques”

Era ministro de Guerra y Marina el general Pedro Bustamante, el cual acompañando a la Memoria una información suya, la envió al congreso el 28 de julio de 1878. La cámara de diputados, tomó conocimiento de ella en sesión del 11 de septiembre del mismo año y acordó acuse de recibo y su pase al archivo  y nada más. Es decir que todos los hombres públicos estaban ciegos 

En la sesión de la cámara de diputados del 11 de noviembre de 1912, el diputado Rafael Grau Cabero, dijo: “Aunque sea algo personal, por referirse a mi progenitor, voy a mencionar un caso en que dos tenían la razón contra muchos que no la tuvieron.. Cuando se discutió en el Perú la rescisión del contrato de los acorazados, que debía adquirir el país se nombró una comisión de marinos y sólo mi padre (Miguel Grau)  y el padre de mi honorable compañero señor Carreño (Cap. navío José Rosendo Carreño) sostuvieron que debía de llevarse a cabo dicho contrato, costare lo que costare.” El presidente Manuel Pardo no era partidario de adquisiciones navales y cuando se le dijo que comprase acorazados manifestó que el Perú tenía dos, llamados Bolivia y Argentina, aludiendo, al apoyo que tenía de esos dos países. 

 

Carta a su hermano materno Roberto

Pocos días antes de su muerte,  Grau escribió a su hermano mayor, el coronel José Anselmo Roberto Díaz Seminario, una carta desde Arica. 

Anselmo era 8 años mayor y en Lima tuvo tratos frecuentes con Miguel. Lo mismo sucedía con su otro hermano  Emilio Díaz  Seminario que era marino. 

Arica, 4 de septiembre de 1879.

Señor Roberto Díaz .-Lima

Querido hermano:

Estoy esperando noticias tuyas en vísperas de salir para sorprender al enemigo. No puedo todavía comprender las divisiones políticas, que se están produciendo en Lima y que no dejan trabajar al presidente Prado en la defensa nacional ¿Hasta cuándo seguirá Piérola  pretendiendo el Gobierno?

Yo cumplo con mi deber en cualquier circunstancia, siguiendo las instrucciones patrióticas del presidente Prado y su apoyo decidido a  mis iniciativas.

Espero noticias tuyas y de los nuestros. No sabes el gusto que me da leer tus cartas.Te abraza con todo cariño, tu hermano que te recuerda mucho. Miguel Grau.

 

Cartas con Alcalde de Paita 

Con la Municipalidad de Paita, Grau tuvo alguna comunicación y allí se guarda como reliquia una carta del héroe de fecha 18 de abril de 1879, cuando la guerra acababa de estallar. El documento escrito con una bonita letra inglesa, decía lo siguiente;  

 

Señor Alcalde de la Provincia de Paita. 

Es en mi poder el estimable oficio de Ud. de fecha 7 del actual en el que me adjunta un expediente que el Honorable Consejo de esa provincia, tan dignamente presidido por Ud., sea puesto bajo mi égida, para que por mi influencia sea prontamente despachado por el Ministerio de Hacienda  

Altamente interesado por todo lo que se refiera a esa provincia y penetrado de la justicia del reclamo, crea Ud. que no omitiré medio alguno para conseguir sea despachado favorablemente, ya que a pesar de mis múltiplicadas atenciones me ocuparé de preferencia en este asunto, para que sea prontamente resuelto. 

Sírvase Ud. manifestar mi agradecimiento al Honorable Concejo que preside, por el hermoso concepto que de mí se tiene y que trataré de corresponder a él, siempre que en algo pueda ser útil a los intereses de esa comunidad, cuyo bien es mi mayor anhelo. 

Sírvase Ud. Señor Alcalde aceptar los sentimientos de mi más distinguida consideración. 

Dios Guarde a Ud.

Miguel Grau 

 

Después de febrero de 1877 estuvo por algunos días como Agregado al Departamento de Marina. En mayo del mismo año, se le nombró  Comandante General de la Marina. que fue cuando elevó su Memoria al Ministro de Guerra y Marina. El 7 de marzo de 1879 fue nombrado Vocal  de la Junta Revisora de Ordenanzas Navales, cargo en el que estuvo poco tiempo por haber Chile declarado la Guerra al Perú en Abril. 

 

El hombre 

En 1879,  faltaba poco para que Grau cumpliera 45 años, es decir, que estaba en la plenitud de la vida. 

Sobre el dice el historiador Raúl Porras Barrenechea, que era de buena estatura, ancho y macizo con una osamenta vigorosa, de fuerte caja torácica y caderas robustas, los ojos verdes y melancólicos, bajo el arca negro de las cejas y el rostro cetrino, curtido por los vientos marinos y circundado por la pelambre negra de las patillas a la moda española de la época. Esta figura noble y bondadosa, cobijada tras de un haz compacto de músculos y tendones, cuya voz delgada no respondía a su enérgica complexión  realizaba el ideal masculino de la  fuerza de los héroes homéricos. 

 A su vez, la historiadora Ella Dunbar Temple, en «El Victorial de Grau», expresaba que Grau fue un hombre varonil y de recia apostura y la descripción de su persona podía semejar la de un atleta antiguo: macizo, robusto y muy fuerte, de más alto que mediano porte, ancho de espaldas y de elevado pecho; y de un andar decidido con el típico balanceo del marino. Su cabello, bigotes y tupidas patillas a la española, que adoptó ya en su madurez, eran muy negros y enmarcaban un rostro curtido por los vientos y soles de todo los mares. Libre quedaba el mentón, fuerte, recio y a lo que parece de partida barbilla. La frente alta y despejada como preñada de inquietudes y cuidados, las orejas grandes y enhiestas, la nariz de trazo recto regular, las cejas negras y unidas y los labios firmes de raro sonreír, conformaban una fisonomía leal, bondadosa y a la par recia, de rasgos severos y masculinos. 

 En ese conjunto, de líneas tan enteras, se imponen los ojos de mirada penetrante, serena y dulce, a los que se atribuye un color verde oscuro sombreados o velados por intima melancolía y de los cuales parecía escapársele el  alma, a las regiones imprecisas del ensueño. El sólito contraste con éstas condiciones físicas, de tan definida y probada varonía, era su voz reposada, la cual según testigos primarios, tenía un timbre delgado y en ocasiones atiplado. Era Grau de natural elegancia, cuidadoso en el vestir y que no dejaba de apostarse. Los que lo trataron en sociedad memoran su buen trato, su delicadeza y sus finos modales, propios de su señoría espiritual, a los que se adunaba un buen sentido de la prudencia. Su carácter se señalaba por la sobriedad, decoro y gran naturalidad de todos sus gestos y actitudes. Acostumbrado a las largas soledades de los mares, se trasluce su ideal de vida silente, serena y austera a la cual no era ajena su generosa solidaridad humana. Con igualdad de genio, parco y lento en el hablar, severo, poco expansivo y a menudo taciturno, no era hombre de discursos y sus palabras fluían a largos intervalos; y esa extrema combinación de fuerza con el sentimiento de melancolía que le era característico, suministra posiblemente el mejor enfoque de sus más alquitranadas esencias. Otra parte y grande, resultaba de sus calidades morales y espirituales. Su gran sensibilidad se revela en el afecto a sus hijos, a los niños y a todos los que de él dependían; y fueron proverbiales su lealtad, gran caballerosidad, entereza a toda prueba, nobleza y energía de ánimo. Hombre íntegro de su propia inclinación no quería entender salvo en cosas justas y rectas, no cuidaba de vanidades  ni ambiciones y sólo se proyectaba al cumplimiento del deber, en el cual era inflexible consigo mismo y con los demás. Como era un paradigma, su honradez y la honestidad inmaculada de su vida pública y privada, en tiempos de menguados valores muy diversos, su oficialidad y tripulación acataban el rigor de su disciplina y supo inspirarles cariñoso respeto, confianza y entusiasmo en la guerra y en la paz. 

Como la más pura flor de sus virtudes trascendía la resignación que le permitía afrontar frío e inmutable, todas las situaciones de su azarosa existencia. Su muerte es el mejor ejemplo de esa condición suya, la acató con plena conciencia, porque se sabía atado a su propia leyenda y ya no tenía vida ni destino propios. 

Grau era un ferviente católico, era muy devoto de Santa Rosa de Lima y oía Misa todos los domingos con su esposa e hijos en la Iglesia de la Merced. A invitación de su amigo el médico del  «Huáscar» Santiago Távara Renovales, ingresó a la logia masónica del Callao  Cruz Austral Nª 12, al mismo tiempo que su camarada y paisano el contralmirante Lizardo Montero. Posteriormente  se asoció a la Logia “Virtud y «Unión»” Nª 3. Grau llegó a conocer a su esposa, precisamente por que desde jóvenes, ambos concurrían a esa iglesia.