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I. EL SERMÓN DE LA MONTAÑA Lectura guiada de Mateo capítulos 5 al 7 Vivir como el Hijo – Vivir como Hijos. Querido Lector: Desde esta columna te iré presentando, por entregas, una guía de lectura y meditación del Sermón de la Montaña. Lo encontrarás en el Evangelio según san Mateo, capítulos 5 al 7. Te aconsejo que te tomes unos minutos para leerlo entero para tener una visión de conjunto de él. Eso te ayudará a seguir mejor las explicaciones que iré ofreciendo a tu meditación semanalmente desde esta columna. Así podrás aprender lo que quiere enseñarnos Jesús en él: a vivir tú también como Hijo y a obrar como tu Padre celestial.
LAS BIENAVENTURANZAS (Mt. 5, 1-12) El Sermón de la montaña comienza con las Bienaventuranzas que son como un prólogo. Más adelante te las comentaré una por una. Por ahora te adelantaré solamente algunas observaciones necesarias para su interpretación global. 1.- ¿No es verdad que resultan algo misteriosas y difíciles de entender? Para entenderlas conviene ver, primero, cómo las vivió a cada una Jesús. Jesús fue el pobre de espíritu, el manso y humilde, el que lloró sobre Jerusalén; él tuvo hambre de hacer la voluntad del Padre, sed del amor de la humanidad, él fue misericordioso y limpio de corazón, pacificó todas las cosas con la sangre de su cruz. Fue perseguido y se dijo todo mal de él. El Sermón de la Montaña es el retrato más fiel de Jesucristo que podamos tener y, en consecuencia, es el modelo de vida más exacto que él mismo nos haya propuesto. Nos revela lo rasgos que el Espíritu Santo quiere reproducir en nosotros, a fin de modelarnos y con-formarnos con la imagen y semejanza del Hijo de Dios. Nos propone un programa de vida, vivida en la fe en el Hijo de Dios y en un espíritu filial ante el Padre celestial. 2.- En segundo lugar hay que notar que cada Bienaventuranza contiene una promesa que Dios le hace al que viva como Jesús; a quien sea su discípulo y, siendo engendrado como hijo por el Padre, viva como el Hijo. Los que viven como el Hijo compartirán, como hijos ellos también, la suerte y las promesas dadas al Hijo. En efecto: las Bienaventuranzas son promesas. Sólo hay que notar que la primera y la última anuncian que el Reino ya pertenece desde ahora a los pobres y a los perseguidos por Jesús. "Por mi causa" (v. 5, 11). La pertenencia al Reino del Padre y de sus hijos, es una promesa que ha comenzado ya a cumplirse en los que viven como el Hijo, en los que viven como hijos. Hasta la próxima Horacio Bojorge S.J.
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