Por aquellas tierras vivían los asirios, que fueron
pueblo guerreador, que les ponía a sus casas torres, como para ver más de
lejos al enemigo y las torres eran de almenas, como para disparar el arco desde
seguro. No tenían ventanas, sino que les venía la luz del techo. Sobre las
puertas ponían a veces piedras talladas con alguna figura misteriosa, como un
toro con cabeza de hombre, o una cabeza con alas.
Los fenicios fabricaron sus casas
y monumentos con piedras sin labrar, que ponían unas sobre otras como los
etruscos; pero como eran gente navegante, que vivía del comercio, empezaron
pronto a imitar las casas de los pueblos que veían más, que eran los hebreos y
los egipcios, y luego las de los persas, que conquistaron en guerra el país de
Fenicia. Y así fueron sus casas, con la entrada hebrea, y la parte alta como
las casas de Egipto, o como las de Persia.
Los persas fueron pueblos de
mucho poder, como que hubo tiempo en que todos esos pueblos de los alrededores
vivían como esclavos suyos. Persia es tierra de joyas: los vestidos de los
hombres, las mantas de los caballos, los puños de los sables, todo está allí
lleno de joyas. Usan mucho del verde, del rojo y del amarillo. Todo le gusta de
mucho color, y brillante y esmaltado. Les gustan las fuentes, los jardines, los
velos de hilo de plata, la pedrería fina. Todavía hoy son así los persas; y
ya en aquellos tiempos eran sus casas de ladrillos de colores, pero no de techo
chato como las de los egipcios y hebreos, sino con una cúpula redonda, como
imitando la bóveda del cielo. En un patio estaba el baño, en que echaban
olores muy finos; y en las casas ricas había patios cuadrados, con muchas
columnas alrededor, y en medio una fuente, entre jarrones de flores. Las
columnas eran de muchos trozos y dibujos, pintadas de colores, con fajas y
canales, y el capitel hecho con cuerpo de animales, de pecho verde y collar de
oro.
Junto a Persia está el
Indostán,
que es uno de los pueblos más viejos del mundo, y tiene templos de oro,
trabajados como trabajan en las platerías la filigrana, y otros templos cavados
en la roca, y figuras de su dios Buda cortadas a pico en la montaña. Sus
templos, sus sepulcros, sus palacios, sus casas, son como su poesía, que parece
escrita con colores sobre marfil, y dice las cosas como entre hojas y flores.
Hay templo en el Indostán que tiene catorce pisos, como la pagoda de Tanjore, y
está todo labrado, desde los cimientos hasta la cúpula. Y la casa de los hindúes
de antes era como las pagodas de Lahore o las de Cachemira, con los techos y
balcones muy adornados y con muchas vueltas, y a la entrada la escalinata sin
baranda. Otras casas tenían torreones en la esquina, y el terrado como los
egipcios, corrido y sin las torres. Pero lo hermoso de las casas hindúes era la
fantasía de los adornos, que son como un trenzado que nunca se acaba, de flores
y de plumas.
En Grecia no
era así, sino todo blanco y sencillo, sin lujos de colorines. En la
casa de los griegos no había ventanas, porque para el griego fue
siempre la casa un lugar sagrado, donde no debía mirar el extranjero.
Eran las casas pequeñas, como sus monumentos, pero muy lindas y
alegres, con su rosal y su estatua a la puerta, y dentro el corredor de
columnas, donde pasaba los días la familia, que sólo en la noche iba a
los cuartos, reducidos y oscuros. El comedor y el corredor, era lo que
amueblaban, y eso con pocos muebles: en las paredes ponían en nichos
sus jarros preciosos; las sillas tenían filetes tallados, como los que
solían ponerles a las puertas, que eran anchas de abajo y con la
cornisa adornada de dibujos de palmas y madreselvas. Dicen que en el
mundo no hay edificio más bello que el Partenón, como que allí no están
los adornos por el gusto de adornar, que es lo que hace la gente
ignorante con sus casas y vestidos, sino que la hermosura viene de una
especie de música que se siente y no se oye, porque el tamaño está
calculado de manera que venga bien con el color, y no hay cosa que no
sea precisa, ni adorno sino donde no pueda estorbar. Parece que tienen
alma las piedras de Grecia. Son modestas, y como amigas del que las ve.
Se entran como amigas por el corazón. Parece que hablan.
Los etruscos vivieron al
norte de Italia, en sus doces ciudades famosas, y fueron un pueblo
original, que tuvo su gobierno y su religión, y un arte parecido al de
los griegos, aunque les gustaba más la burla y la extravagancia, y
usaban mucho color. Todo lo pintaban, como los persas; y en las paredes
de sus sepulturas hay caballos con la cabeza amarilla y la cola azul.
Mientras fueron república libre, los etruscos vivían dichosos, con
maestros muy buenos de medicina y astronomía, y hombres que hablaban
bien de los deberes de la vida y de la composición del mundo. Era célebre
Etruria por sus sabios, y por sus jarros de barro negro, con figuras de
relieve, y por sus estatuas y sarcófagos de tierra cocida, y por sus
pinturas en los muros, y sus trabajos en metal. Pero con la esclavitud
se hicieron viciosos y ricos, como sus dueños los romanos. Vivían en
palacios, y no en sus casas de antes; y su gusto mayor era comer horas
enteras acostados. La casa etrusca de antes era de un piso, con un
terrado de baranda, y el techo de aleros caídos. Pintaban en las
paredes sus fiestas y sus ceremonias, con retratos y caricaturas, y sabían
dibujar sus figuras como si se las viera en movimiento.
La casa de los romanos
fue primero como la de los etruscos, pero luego conocieron a Grecia, y
la imitaron en sus casas, como en todo. El atrio al principio fue la
casa entera, y después no era más que el portal, de donde se iba por
un pasadizo al patio interior, rodeado de columnas, adonde daban los
cuartos ricos del señor, que para cada cosa tenía un cuarto diferente:
el cuarto de comer daba al corredor, lo mismo que la sala y el cuarto de
la familia, que por el otro lado abría sobre un jardín. Adornaban las
paredes con dibujos y figuras de colores brillantes, y en los recodos
había muchos nichos con jarras y estatuas. Si la casa estaba en calle
de mucha gente, hacían cuartos con puerta a la calle, y los alquilaban
para tiendas. Cuando la puerta estaba abierta se podía ver hasta el
fondo del jardín. El jardín, el patio y el atrio tenían alrededor en
muchas casas una arquería. Luego Roma fue dueña de todos los países
que tenía alrededor, hasta que tuvo tantos pueblos que no los pudo
gobernar, y cada pueblo se fue haciendo libre y nombrando su rey, que
era el guerrero más poderoso de todos los del país, y vivía en su
castillo de piedra, con torres y portalones, como todos los que llamaban
"señores" en aquel tiempo de pelear; y la gente de trabajo
vivía alrededor de los castillos, en casuchos infelices. Pero el poder
de Roma había sido muy grande, y en todas partes había puentes y arcos
y acueductos y templos como los de los romanos; sólo que por el lado de
Francia, donde había muchos castillos, iban haciendo las fábricas
nuevas, y las iglesias sobre todo, como si fueran a la vez fortalezas y
templos, que es lo que llaman "arquitectura románica", y del
lado de los persas y los árabes, por donde está ahora Turquía, les
ponían a los monumentos tanta riqueza y color que parecían las
iglesias cuevas de oro, por lo grande y resplandeciente; de modo que
cuando los pueblos nuevos del lado de Francia empezaron a tener
ciudades, las casas fueron de portales oscuros y de muchos techos de
pico, como las iglesias románicas; y del lado de Turquía eran las
casas como palacios, con las columnas de piedras ricas, y el suelo de
muchas piedrecitas de color, y las pinturas de la pared con el fondo de
oro, y los cristales dorados; había barandas en las casas bizantinas
hechas con una mezcla de todos los metales, que lucía como fuego; era
feo y pesado tanto adorno en las casas, que parecen sepulturas de hombre
vanidoso, ahora que están vacías.
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