Cómoda
Protesta
Por
Lily Mijares
Como
fiel seguidor de los héroes de la oposición democrática, pacífica, civil, sifrina,
nice y cool, el Sr. Warimeyer se levantó de su cama dispuesto a "luchar" para sacar
al dictador que llegó a Miraflores usurpando un cargo que la muy justa sociedad oligárquica
venezolana reservó a los personajes más cultos, intelectualmente hablando, y más llenos,
"billetericamente" hablando.
El
Sr. Warimeyer, luego de una noche llena de bellos sueños en los que se veía
coronado con la honra de apretar la mano del recién autonombrado presidente de la,
nuevamente, República de Venezuela, se levantó con una sonrisa de triunfo tempranero.
“No más Bolívar”, dijo.
Su
almohada de plumas de ganso dejaba ver unos cuantos cabellos que se le habían caído
durante la noche, de tanta preocupación que había sufrido este noble habitante de
una de las prestigiosas colinas de la capital.
Sobre
su colchón, duramente ortopédico, descansaba aún la figura, ya no muy joven, de su
no muy fiel compañera, quien junto a él se retorcía cada vez que veían aquel
rostro que les producía un no sé qué en el estómago. Era como si ese personaje, no
sólo en la actualidad, sino en otra vida, les hubiese quitado unos privilegios y ahora
tienen que luchar para no perder el brillante que acompaña a tan loable apellido.
“Tenemos que mantener nuestra digna estirpe”, se decían cada vez que aparecía
aquel personaje en la televisión, llamándolos oligarquía depredadora.
Esa
mañana iban a marchar para luchar por sus ideales, los cuales consistían en...
salir de Chávez. Todos sus empleados fueron citados por el jefe de recursos humanos
a presentarse en la empresa de forma responsable, ya que ésta no cerraría sus puertas
el día 10 de Octubre. La patria los requería en su lugar de trabajo, aunque el 21
podrían descansar, ese día era el paro cínico.
Pancha,
la “cachifa” de los Warimeyer fue avisada la noche anterior para
tener listo el desayuno justo a las 9 a.m. Ella también, si quería, debía desayunar,
porque la jornada era larga. Pancha defiende otros ideales, pero tiene que callarlos
porque el Sr. Warimeyer es muy celoso de los suyos y nadie lo puede contradecir, incluso
cuando le pagó a un doctor para “bajarle” el estómago a su hija Cindy
Carolina, nadie se debía enterar, aunque los vecinos notaron un abultamiento en el
siempre plano vientre de la pequeña y muy grácil Cindy, ellos adujeron que
la niña no estaba acostumbrada a comer alimentos criollos como esas raras semillas
negras propias de los gustos de los seguidores del que, para su desgracia, es el Presidente.
Tampoco le gustaba que lo contradijeran cuando afirmaba que su hijo Paul se sentía
muy atraído por la cultura hindú, y junto a sus amigos, gustaba de encender incienso
en su habitación, lo cual era lo que producía un extraño enrojecimiento en
las pupilas del muchacho, pero según su filosofía: “todo sea por alejar a los
malos espíritus”.
Los
empleados de las industrias Warimeyer debían trasladarse desde su oficina hasta el
Parque del Este. El jefe de RR.HH. se encargaría de que todos y cada uno de ellos
se dieran cita a tan magno evento, el más importante para la democracia de la sociedad
servil venezolana, de lo contrario, la nómina de dicha industria sufriría una ligera
baja.
La
familia Warimeyer, junto con Pancha (la oculta chavista), quien por sexta vez se
disponía a acompañarlos a luchar por sus ideales (la primera vez fue el 11
de abril de 2002, y desde ahí sabía que cada 11 venía la regla, aunque esta vez se
adelantó un día), se irían hasta el Parque del Este a combatir al tirano.
La
Sra. Warimeyer compró una cacerola automática, de esas que venden los buhoneros para
que las damas no estropeen sus uñas. Ya había comprado “instrumentos
sonoros” como este, pero siempre los botaba. En el carro tenían el CD de las
cacerolas. “Que cómodo, como la tecnología nos ha facilitado la vida, la lucha
será menos ‘trágica’ gracias al ingenio humano”.
Empezó
la marcha. Cindy tomada de la mano de su novio, llevaba una hermosa bandera negra
sobre la cual revoloteaban siete estrellas. Así estaba la Venezuela virtual en la
que la familia Warimeyer vivía, llena de un oscuro destino: los pobretones nos arrebatarían
lo que nuestros antepasados se agarraron.
Paul
se encontraría a sus amigos para llevar a cabo la planificación del día anterior:
primero un pasesito, segundo levantarse unos cuantos c.... y tercero matar a un chavista.
Que buen día el que les esperaba, pensaban.
Caminaron
y caminaron, que lucha, todo lo que tienen que hacer por el país, es un sacrificio
extremo que se tiene que tomar. Bajo el sol inclemente, llegaron a la Plaza Altamira,
sus pies ya no aguantaban tanto dolor, cuantos kilómetros, cuanto sufrimiento, y tenían
que llegar a la Av. Bolívar ¿Dónde quedará eso? se preguntaban. Era en el centro
de la ciudad, pero como siempre habían sido arreados, perdón, llevados, no sabían
llegar por sus propios medios. Sólo Pancha lo sabía, pero no estaba dispuesta a guiarlos.
Se hizo la loca, así que la Sra. Warimeyer decidió que, por el bienestar de sus pies,
debían tomar el Metro hasta donde fuese más cercano al sitio de encuentro con sus
afables líderes. Otra vez la tecnología les hacía la lucha más llevadera. Menos mal
que el tirano les está construyendo un tren, el Metro de Los Teques y el de Valencia,
para que la lucha no sea tan llena de sacrificios para quienes viven en esas zonas.
¡Que dura es la vida!
Ya
tienen previsto que, en el supuesto negado de presentarse una lucha armada, los seguidores
de la oposición propondrían que sus hijos se midan a los hijos de mama Pancha en un
aguerrido juego de Mortal Combat V, para lo cual tienen unos diez años entrenándose,
con una marcada desventaja para los seguidores del presidente Chávez.
Pero
como la lucha armada no se dará, aunque así lo quieran Carlos Ortega y su séquito
de facinerosos, los amantes de la verdadera revolución pacifica, seguiremos luchando
sin necesidad de otra tecnología que el palpitar del corazón, el andar sin vacilamientos
de nuestros pies, el respeto y admiración a nuestros héroes revolucionarios (Jesús,
Bolívar, Sucre, El Che, entre otros) y el amor a nuestra patria.