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En un remoto lugar y tiempo, perdida entre las estrellas del firmamento conocido o no, una pequeño cápsula espacial flota adentrándose hacia lo desconocido. Tripulación compuesta de una mujer y un robot. El robot controla el sistema vital de la nave así como el de la cámara criogénica donde se halla congelada el factor humano de la exploración. Llevan un tiempo eterno vagando en silencio entre astros de toda clase, condición y color, pero sin encontrar el planeta. El robot se sienta a los mandos de la cápsula, rutina tediosa, para verificar el correcto funcionamiento de todos los dispositivos. Antes era diferente, al principio, establecían contacto con la estación nodriza cada 12 horas, el sonido de otras voces retumbando por el compartimento resultaba más... llevadero. Pero de eso hacía mucho, mucho tiempo. Había cogido un trozo de cinta adhesiva opaca para tapar la pantallita líquida que con sus luminosos números verdes indicaba la fecha, tampoco recordaba... bueno, en realidad, la última fecha que ponía era 21 de Marzo de... pero qué más da. El caso es que el robot se sienta en la butaca principal, y más que verificar los controles, apoya sus codos metálicos sobre el panel, con cuidado, y sosteniendo su resplandeciente cabeza entre sus manos, dirige su mirada perdida hacia las estrellas, sin absorber información, vacíos sus circuitos. Lleva un buen rato así, sin moverse, sin hacer nada de nada, cuando, como de costumbre, empieza a sentir destellos internos, fogonazos, como explosiones de luz coloreada; se concentra en su no movimiento para permitir que el espectáculo continúe. Hacía un tiempo que descubrió que esas imágenes no las recibía de fuera. La primera vez saltó del asiento y apoyándose en el panel, se acercó más a la luna blindada para ver qué había sido aquello, tras un rato sin volver a observar aquel extraño fenómeno, se volvió a sentar, desplegó el brazo del teclado y buscó en el ordenador cualquier anomalía extraña fuera de la nave: nada. Estuvo en continuo sobresalto cada vez que perdía su mirada en el espacio; le asaltaban los mismos destellos hasta que se le reveló la procedencia del fenómeno. Si nada había fuera, ni de la nave, ni de él; todo estaba dentro: provenía de su interior, y sólo él lo captaba. Transcurrió el tiempo y la pequeña cápsula con sus dos tripulantes siguió su curso a través del Universo. «¿Qué estaba yo programado para hacer? Creo que el programa original está muy modificado, y no comprendo cómo ha podido suceder. ¿Acaso no estaba ideado para soportar el paso del tiempo? No, no lo creo, o sí. No lo sé.» Se queda un rato parado, de pie, con la vista puesta sobre la cámara de criogenia. Algo en su interior le dice que está chocando contra un obstáculo. «Acabo de formular preguntas a las que no puedo dar respuesta. Así que: PREGUNTA: ¿Debo desactivar la criogenia? PREGUNTA: ¿Motivo? RESPUESTA: No consigo solucionar un problema. PREGUNTA: ¿Qué problema? PREGUNTA: ¿Estoy dañado? RESPUESTA: No. PREGUNTA: ¿Debo desconectar la criogenia? RESPUESTA: No. PREGUNTA: ¿Estoy dañado? RESPUESTA: [ en proceso ] PREGUNTA: ¿Estoy dañado? RESPUESTA: [ en proceso ] PREGUNTA: ¿Quién responde? RESPUESTA: PREGUNTA: ¿Quién responde? [ ] RESPUESTA: Este modo operativo se colapsará en: cinco, cuatro,... { bloqueo de M.O. primario... ACTIVADO } ... uno: colapsado » Un leve sonido, como de alivio, se escapa de la boca del robot. Levanta la vist, y mira la cámara de criogenia. Se acerca, pulsa el botón de expulsión. Lentamente, el cajón es expulsado. Tras el cristal reforzado, se adivina una forma oscura, tendida; en el lateral se abre un teclado en ala, dejando así ver el pequeño monitor del ordenador independiente de la criogenia. El robot teclea su clave. PREGUNTA: orden. RESPUESTA: desactivar criogenia. PREGUNTA: motivo. – El robot se queda parado – RESPUESTA: complicaciones con el programa original.
El monitor se apaga unos instantes, luego como se fue, reaparece en la pantalla: DESACTIVACIÓN EN CURSO El teclado se pliega sobre la pantalla y el cajón se introduce en la cámara. El tiempo de "renacimiento" duraría 48 horas. El robot se sentó, con manifiesto nerviosismo, todos sus sensores alerta, sin apartar sus ojos de la cámara. Pasó el tiempo, tan despacio como de costumbre, sus circuitos a punto estuvieron de colapsarse por completo. Por fin el cajón empezó a autoexpulsarse, tras el cristal, la mujer desnuda apareció bien visible, reconocible, despierta con los ojos tras unas lentillas oscuras que protegían sus retinas de la luz, ya atenuada, del habitáculo. Una vez parada la expulsión, el cristal se abre,dejando libre a la mujer. El robot se presta a ayudarla a incorporarse. Se sienta sobre el que ha sido su lecho durante tanto tiempo: – Hola Bottie – dijo ella con cierta dificultad, como si mascara una pelota de goma, pero el robot ante esas palabras se sintió catapultado a una lejana época, antes de que los metieran en la cápsula y los mandaran a vagar por el Universo... Bottie, casi había borrado su propio nombre de la memoria. – ¿Cómo se siente? – A parte de sentir todos los huesos como si mi los hubieran tronchado, bien gracias – mejoraba a ojos vista – Por cierto, ¿qué es lo que sucede, Bottie? Ella se levantó de la camilla, el cajón se cerró al no sentir el peso de la mujer y se retrajo a su cámara. Fue a su taquilla personal, sacó un mono de color naranja. Mientras se vestía ante la atenta mirada de Bottie, éste le responde: – Tengo problemas con mi programa original, además el modo operativo primario está colapsado, gracias a que lo bloqueé rápidamente antes de que el fallo se extendiera a otras configuraciones. – Bueno, espera, ¿dónde está el display de la fecha? El robot no dijo nada, fue directamente hacia la pantallita e intentó despegar la cinta torpemente, pero sin conseguirlo. – ¿Cómo? Bueno, déjame a mi, estoy aquí para solucionar los problemas difíciles – y se echó a reír. – ¿Cómo soluciono lo que le he dicho? – interrumpió Bottie. – Yo que tú no me preocuparía, el programa ha funcionado a la perfección – Bottie quedó algo así como estupefacto. – No me mires así, cielo, tu programación te hizo creer que eras un ser independiente pero no era cierto. Estás conectado a la nave, es más, los únicos sensores externos que tiene la nave no están fuera sino dentro, esos sensores son los tuyos, cada vez que te quedabas como atontado mirando por la ventana, sí hombre, sí, no bajes la cabeza, pues eso, cada vez que hacías eso, el ordenador de la nave procesaba toda la información que recibía de ti y modificaba el rumbo para alcanzar el objetivo de nuestra misión. – Pero eso no explica los destellos, fogonazos, chispazos de luz que veía – protestó a su modo el robot. – Pues claro que sí, también formaba parte del programa original, cuando nos acercáramos al sistema estelar destino, el ordenador de la nave tenía que avisarte, ¿de qué forma? De forma que se creara en ti un conflicto irresoluble que fuera capaz de anular el único modo operativo que te obligaba a mantener activa la criogenia. Los destellos que tú dices eran el aviso.
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