|
Espero que te llegue esto que escribo, después de tanto tiempo he conseguido dominar de nuevo mi cuerpo. Aunque me cuesta. Habrás de perdonar esta larga ausencia, te puedo jurar que cada día que pasa te añoro más. Pero todo tiene una explicación, aunque ésta, te parecerá inverosímil, increíble. Sin embargo, mal que me pese, es cierta. Ocurrió en verano, cuando me llamaron del pueblo. ¿Recuerdas? Tuve que ir, tú habrías hecho lo mismo en mi lugar. Un día, agobiado por el calor y los problemas, me fui a dar un paseo por los caminos que parten del pueblo. Era media tarde y el Sol caía a plomo, quemando, achicharrando, inmisericorde, a toda criatura viva, o no, de ese campo extremeño. Caminaba por el pegajoso y pequeño arcén de una carretera local, desconocida hasta entonces para mí, intentando dejar atrás, iluso de mí, las preocupaciones que en ese momento infernal de mi vida me devoraban implacablemente. Los sonidos del campo no alcanzaban a penetrar la espesura de mis bulliciosos y atormentados pensamientos. Sabes que siempre me ha gustado el sonido de la naturaleza embriagándome con sus ritmos y melodías, sabes que mi oído es algo sensible, recuerda que tenía que bajar los graves de la mini cadena y aun así me molestaba su potencia... De repente, algo quebró el hilo, o la maraña, de mis pensamientos, una fracción de segundo, un zumbido poderoso por su cercanía, un insecto intentando adentrarse por mi conducto auditivo, horror. Me sacudí la oreja aterrorizado, grité, grité como nunca creí que pudiera gritar... después nada. O todo. No sé bien qué. Tras pensarlo detenidamente, he llegado a la conclusión de que en aquel instante, el grito que di fue el desencadenante de todo, pues mi cuerpo acalorado y mi mente estresada estaban sometiendo al conjunto de mi cuerpo a unas vibraciones anormales en un ser humano. El grito fue la espoleta de mi cuerpo, haciendo que se desintegrara, haciendo que todos los átomos de mi cuerpo adquirieran la suficiente energía como para liberarse unos de otros, y sin embargo, mantengo la consciencia de mí mismo. Un momento antes ocupaba un espacio. Un instante después no ocupaba nada, o lo ocupaba todo. El lenguaje no logra describir. No puedo afirmar categóricamente que tengo cuerpo, o que no lo tengo. Todas mis partículas siguen estando, pero toda mi estructura, el orden que mantenía mi cuerpo, ha desaparecido. Mi forma de vida ha cambiado, completa y totalmente. En este nuevo estado ni siquiera sé cuánto tiempo permaneceré, o seguiré consciente. No creo poder aplicarme el concepto de estar vivo, porque ya no siento, no veo ni padezco. Sólo estoy, difuso, difuminado. Es terrible, porque no creo que pueda volver a verte, a tocarte... ni sé cómo dar contigo. Esto es sólo un burdo experimento, una prueba, un testimonio que espero que por el azar vaya a parar a tus manos. Para mí, ahora, Todo, como concepto, es el Vacío, todo, no hay nada. Maldito lenguaje, no está más que lleno de paradojas. Sólo me queda despedirme, esto es agotador, espero que al dejar de escribir, los átomos que me sirven de tinta no sigan mi estela desdibujando lo que tanto esfuerzo y concentración me ha llevado... Y aspirar a recordar tus vibraciones, es mi única esperanza, sólo así conseguiré encontrarte. Te quiero.
|