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 última actualización: 
 Diciembre 2005

LA CRIATURA

fernando ramos fernández
26-10-2003

Aquellas bestias eran impresionantes. Todavía recordaba con fascinación el día en que vio una de aquellas criaturas por primera vez. Tenían el tamaño de un hombre de altura, su cuerpo todo cubierto de pelo enmarañado. Sus patas traseras poderosas, fuertes y a primera vista desproporcionadas respecto a las delanteras, en cuanto a tamaño, el caso es que la bestia caminaba sobre las cuatro patas, con lo que su cabeza estaba muy cerca del suelo, obligada por la configuración de esas fuertes patas. Estas acababan en una especie de zarpas, como de tigre, pero las uñas no existían. Eran capaces de comer cualquier cosa que se encontraran por el camino, lo cual hacía de su carne un manjar poco apetecible.

Ahora él cabalgaba una de aquellas criaturas, tirando de un carro de carga, transportando el tronco troceado de uno de los grandes árboles de aquella extraña tierra. La jornada estaba llegando a su fin, la Estrella Delta se escondía en las colinas del horizonte. Entre la caravana y aquellas, una valle cubierto por la densa jungla, ocultando un curso de agua, elemento que aquellas criaturas no podían ni tan siquiera acercarse. Y es que, en el principio de la colonización, se había intentado lavar a aquellas bestias malolientes, lo que había sido un desastre. Aquellas a las que consiguieron dominar, acababan muertas tras el contacto con el agua, era como si se deshicieran lentamente, al final sólo quedaba su extraño esqueleto entre un montón de porquería.

Avanzaban despacio por el camino, faltaba poco para llegar al campamento 21. allí pasarían la noche, él y sus doce compañeros. Todavía faltaban dos jornadas de travesía para terminar el viaje hasta Aldea. Aquellas bestias eran incómodas de montar, pero no había otra forma de dominarlas, lo habían intentado todo pero nada, la emprendían a coces, temibles, salían desbocados sin control, destrozando a cualquiera que se pusiera en su camino.

De pronto, la bestia que montaba empezó a ponerse nerviosa, bufaba, tiraba a trompicones, sus músculos sufrían temblores... una bandada de aves púa revoloteaba en el cielo.

- Oye, Fren, ¿tu bicho se está poniendo nervioso?- preguntó el que conducía el siguiente carro, detrás de él.
- Sí, no sé qué le pasa.
- A lo mejor no le gustan esos pajarracos..
- Pues será el primero.

De repente, la bestia se paró en seco, el carro empujó el yugo, debilitando el herraje, acto seguido, aquel animal tiró bruscamente. El hombre sólo pudo agarrarse como pudo a la silla, contra toda medida de seguridad, pues lo mejor en caso de que alguna bestia arrancara a correr era tirarse al suelo. Pero él no lo hizo así, y ahora la bestia se escabullía colina abajo, desbocada, sus dos patas traseras abarcando las delanteras en cada zancada, el hombre, brincando sobre su lomo inclinado peligrosamente hacia delante.

Veía impotente cómo se acercaban con rapidez a la jungla, a la espesura, allí no habría escapatoria... pero la bestia, antes de adentrarse en la maleza, paró en seco, y el pobre hombre salió despedido hacia delante. Cayó de bruces sobre la hierba alta, sobre el suelo, un tanto aturdido se dio la vuelta y vio a la bestia incorporarse sobre sus patas traseras, sin ningún esfuerzo. Nadie había visto antes nada igual. Era enorme así plantado delante del hombre, se acercó a él, doblando su cuerpo peludo, sin tocar el suelo con las patas delanteras. Acercó su cabeza, sus ojos enfurecidos, el hocico arrugado, mostrando su temible boca, babeando. El hombre estaba aterrorizado, se arrastraba sobre el suelo, hacia atrás, intentando alejarse de la bestia.

- ¡Quieto!- rugió increíblemente la criatura. El hombre quedó paralizado. La bestia continuó: - ¿Qué es lo que pretendéis, actuando así?
- ¿Qué, qué?- balbuceó el humano.
- ¡No me hagas perder el tiempo! Vuestra eespecie... ¿Qué quiere?
- No, no te entiendo.

La bestia se acercó furibunda al hombre, apoyó una de sus zarpas delanteras contra el pecho del hombre y le empujó contra el suelo, pero sin apoyar su peso, si lo hiciera, lo mataría.

- A mi especie le ha costado muchos sacrificios y mucho esfuerzo lograr el equilibrio natural de este mundo, para que ahora vengan unos seres desde el espacio, incapaces de acatar las leyes de esta naturaleza.
- ¿Cómo?
- ¡No interrumpas! Vosotros habéis llegadoo, y desde entonces, os venimos observando, y no hemos encontrado responsabilidad por vuestra parte hacia nuestro mundo. Habéis llegado, como si esto fuera vuestro paraíso, y pudierais disponer de él a vuestro antojo. No permitiremos que sigáis haciéndolo. Vuestros asentamientos rompen el equilibrio del entorno, y antes de que lleguéis al punto crítico, hemos decidido actuar e impedirlo, porque vemos que sigue llegando gente.
- Pero ¿qué es lo que sois vosotros?
- Nosotros. Nosotros somos lo que queda dee una civilización antiquísima que desapareció hace miles de años. A nosotros se nos dejó un planeta esquilmado, yermo, donde aquellos que nos crearon no pudieron seguir viviendo y desaparecieron.
- ¿Y os crearon así?
- No, humano. Nuestros antecesores resolviieron el problema que nos dejaron nuestros creadores. Lo hicieron poco a poco, siglo tras siglo. Fue la obra de ingeniería biológica más importante que nunca se realizó sobre la faz de Tera. Y a medida que iban consiguiendo sus logros consideraron que ellos mismos habrían de cambiar, tanto morfológicamente como de forma de vida. Así, su estructura artificial, que requería unas industrias incompatibles con la obra que estaban llevando a cabo requerían una nueva tecnología: era necesario, era imprescindible hacerse orgánico. Y tras muchos experimentos, fracasos, al intentar parecer lo que éramos, cambiamos radicalmente, haciéndonos tal como ves. Dejamos atrás la perfección que nuestros creadores nos habían exigido y así encontramos múltiples posibilidades, asociándonos a diversas bacterias... por eso no podemos mojarnos, esas bacterias, en nuestro caso, viven en nuestro pelo, no soportan la presencia del agua, porque vienen de una época en que no existía el agua, y es de ellas de donde extraemos la energía necesaria para mantenernos como especie.
- Pero, ahora, ¿Qué es lo que quieres? ¿quué pretendes?
- ¿No es obvio?- dijo la bestia, con una mmueca amenazadora en su hocico- exterminaros, expulsaros de nuestro mundo.- Y lo aplastó sin piedad, sin saber que había aplastado a un descendiente de aquellos creadores, sin comprender que con el paso de los milenios, el nombre Tierra había ido derivando hasta pronunciarse como Tera.

La criatura volvió la vista atrás, hacia la caravana, carros despeñados, cuerpos destrozados, los Roboros liberados de sus yugos, arriba en el cielo, la bandada de Avesinas iba creciendo por momentos, dirigiéndose hacia el asentamiento humano. Un silbido descomunal segó el silencio. La señal. La lucha iba a comenzar.