Audición.
El órgano del oído se
parece al de la vista en que ambos son receptores de ondas (fig. 5). Se
compone de tres partes principales: el oído externo, que funciona como un
colector de ondas; el medio, que la transforma, y el interior, que son
receptor sensible. Las ondas sonoras, percutiendo la membrana del tímpano
ponen en movimiento tres huesecillos que forman el oído medio, los cuales
transmiten las vibraciones al oído interno. En este último está situada la
cóclea, llamada también caracol por su forma en espiral, que está llena de
un líquido salino, y la membrana basilar, que contiene las células
sensoriales, provistas de finísimos filamentos que, como cuerdas de un
piano, reaccionan a cada vibración.
Helmholtz aplicó al oído su
"teoría del piano" semejante a sus hipótesis mecánica del ojo. Según esta
teoría cada elemento de la membrana basilar solo respondería a la vibración
con la que estuviese sintonizada y debido a esta sintonización fija el
individuo distinguiría las distintas derivaciones como sonidos diferentes.
Los experimentos con el conejillo de Indias parecen apoyar esta opinión. M.
Aupton expuso continuamente a estos animales al mismo tono y observo que
llegaban a quedarse sordos para tal vibración, debido a que ciertas células
ciliada de la membrana basilar habían degenerado.
De nuevo se siente uno
inclinado a considerar al oído como una máquina con elementos fijos de
localización. Pero, al igual que ocurre con el cerebro y con el ojo, se
producen en el oído ciertos fenómenos que no encaja en una explicación
mecanicista. En primer lugar: ¿Qué es lo que oímos? ¿Longitudes de onda o
sonidos? Así como disponemos en cierta forma de la longitud de las ondas
luminosas, así también organizamos las vibraciones sonoras y, al escuchar
música, no oímos una suma de sonidos, sino una pauta integrada. La teoría de
las estructuras (Gestalt) apoya uno de sus puntos básicos señalando que
cuando una pieza de música que transporta (por ejemplo, por otro
instrumento) se entiende como la misma pieza aunque cada uno de sus
elementos haya cambiado. Cuando varias personas hablan al mismo tiempo
entendemos y diferenciamos las voces de cada una aunque todas las
vibraciones lleguen al oido confundidas unas con otra. Así pues, el órgano
del oído no reacciona como una máquina sino con cualidades organizadoras. P.
T. Young realizó el experimento de colocar en cada oido de una persona un
tubo que dando la vuelta por encima de la cabeza termina en un receptor
colocado cerca del oído opuesto, de tal modo que se oyen con un oído los
estímulos que deberían oírse con el otro. El sujeto al que se ha colocado
este dispositivo tiene una transposición completa de los sonidos, y que
cuando oye un sonido hacia la derecha el objeto que lo produce está situado
a la izquierda y viceversa. Mientras el sujeto tiene los ojos cerrados
durante el experimento, la localización invertida no cambia, pero ocurre a
menudo que cuando abre los ojos, recobra la percepción de orientación
normales. La percepción visual corrige el error auditivo demostrando la
interacción entre los distintos sentidos y la adaptación orgánica contraria
a la fijeza mecánica. Cuando se retira el instrumento del sujeto vuelve
inmediatamente a establecer la localización normal, una adaptación semejante
ocurre con la visión cuando cambian las condiciones.
El oído, como el ojo, no sólo
reciben estímulos sino que es también capaz de apreciar distancias. Las
funciones de este órgano son múltiples; no sólo oyen sonido separados sino
que diferencian ruidos y tonalidades y es capaz de sintetizar integrando
sonidos simples en un conjunto. Por último, el sentido del equilibrio está
también situado en el oído. La posición en el oído interno de unas
concreciones llamadas otolitos, que fluyen en los finos filamento
receptores, nos permite conocer la posición de la cabeza y la sensación de
nuestros movimientos. Una lesión del oído interno puede afectar el sentido
del equilibrio y cuando se hace a una persona gira rápidamente sobre sí
misma los efectos que esta rotación produce en el oído interno dan lugar a
la sensación de vértigo. Sin embargo, esta función no forma parte del
sentido auditivo.