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Marco A. Farías N.

Audición.

 El órgano del oído se parece al de la vista en que ambos son receptores de ondas (fig. 5). Se compone de tres partes principales: el oído externo, que funciona como un colector de ondas; el medio, que la transforma, y el interior, que son receptor sensible. Las ondas sonoras, percutiendo la membrana del tímpano ponen en movimiento tres huesecillos que forman el oído medio, los cuales transmiten las vibraciones al oído interno. En este último está situada la cóclea, llamada también caracol por su forma en espiral, que está llena de un líquido salino, y la membrana basilar, que contiene las células sensoriales, provistas de finísimos filamentos que, como cuerdas de un piano, reaccionan a cada vibración.

Helmholtz aplicó al oído su "teoría del piano" semejante a sus hipótesis mecánica del ojo. Según esta teoría cada elemento de la membrana basilar solo respondería a la vibración con la que estuviese sintonizada y debido a esta sintonización fija el individuo distinguiría las distintas derivaciones como sonidos diferentes. Los experimentos con el conejillo de Indias parecen apoyar esta opinión. M. Aupton expuso continuamente a estos animales al mismo tono y observo que llegaban a quedarse sordos para tal vibración, debido a que ciertas células ciliada de la membrana basilar habían degenerado.

De nuevo se siente uno inclinado a considerar al oído como una máquina con elementos fijos de localización. Pero, al igual que ocurre con el cerebro y con el ojo, se producen en el oído ciertos fenómenos que no encaja en una explicación mecanicista. En primer lugar: ¿Qué es lo que oímos? ¿Longitudes de onda o sonidos? Así como disponemos en cierta forma de la longitud de las ondas luminosas, así también organizamos las vibraciones sonoras y, al escuchar música, no oímos una suma de sonidos, sino una pauta integrada. La teoría de las estructuras (Gestalt) apoya uno de sus puntos básicos señalando que cuando una pieza de música que transporta (por ejemplo, por otro instrumento) se entiende como la misma pieza aunque cada uno de sus elementos haya cambiado. Cuando varias personas hablan al mismo tiempo entendemos y diferenciamos las voces de cada una aunque todas las vibraciones lleguen al oido confundidas unas con otra. Así pues, el órgano del oído no reacciona como una máquina sino con cualidades organizadoras. P. T. Young realizó el experimento de colocar en cada oido de una persona un tubo que dando la vuelta por encima de la cabeza termina en un receptor colocado cerca del oído opuesto, de tal modo que se oyen con un oído los estímulos que deberían oírse con el otro. El sujeto al que se ha colocado este dispositivo tiene una transposición completa de los sonidos, y que cuando oye un sonido hacia la derecha el objeto que lo produce está situado a la izquierda y viceversa. Mientras el sujeto tiene los ojos cerrados durante el experimento, la localización invertida no cambia, pero ocurre a menudo que cuando abre los ojos, recobra la percepción de orientación normales. La percepción visual corrige el error auditivo demostrando la interacción entre los distintos sentidos y la adaptación orgánica contraria a la fijeza mecánica. Cuando se retira el instrumento del sujeto vuelve inmediatamente a establecer la localización normal, una adaptación semejante ocurre con la visión cuando cambian las condiciones.

El oído, como el ojo, no sólo reciben estímulos sino que es también capaz de apreciar distancias. Las funciones de este órgano son múltiples; no sólo oyen sonido separados sino que diferencian ruidos y tonalidades y es capaz de sintetizar integrando sonidos simples en un conjunto. Por último, el sentido del equilibrio está también situado en el oído. La posición en el oído interno de unas concreciones llamadas otolitos, que fluyen en los finos filamento receptores, nos permite conocer la posición de la cabeza y la sensación de nuestros movimientos. Una lesión del oído interno puede afectar el sentido del equilibrio y cuando se hace a una persona gira rápidamente sobre sí misma los efectos que esta rotación produce en el oído interno dan lugar a la sensación de vértigo. Sin embargo, esta función no forma parte del sentido auditivo.

 

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