
Pagina Creada por:
Marco A. Farías N. |
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Sexualidad.
Sexualidad, conjunto de fenómenos emocionales y de conducta relacionados
con el sexo, que marcan de forma decisiva al ser humano en todas las fases
de su desarrollo.
El
concepto de sexualidad comprende tanto el impulso sexual, dirigido a la
reproducción y al goce inmediato, como a los diferentes aspectos de
sentimiento corporal (sentirse hombre o mujer) y de expectativas de rol
social. En la vida cotidiana la sexualidad cumple un papel muy destacado,
ya que en sus aspectos emocionales y sociales va mucho más allá de la
simple procreación y de su condicionamiento social.
Además de la unión sexual y emocional entre personas de diferente sexo
(véase Heterosexualidad), existen relaciones entre personas del mismo sexo
(véase Homosexualidad) que, aunque tengan una larga tradición (ya existían
en la antigua Grecia), han sido hasta ahora sancionadas en la sociedad por
influencias morales o religiosas.
Durante siglos se consideró que la sexualidad en los animales y en los
hombres era básicamente de tipo instintivo (véase Instinto). En esta
creencia se basaron las teorías para fijar las formas no naturales de la
sexualidad, entre las que se incluían todas aquellas prácticas no
dirigidas a la procreación. Hoy, sin embargo, sabemos que también algunos
mamíferos muy desarrollados presentan un comportamiento sexual
diferenciado, que incluye, además de formas de (aparente) homosexualidad,
variantes de la masturbación y la violación. La psicología moderna deduce,
por tanto, que la sexualidad puede o debe ser aprendida. Los tabúes
sociales o religiosos —aunque a veces han tenido su razón de ser en
algunas culturas o tiempos históricos, como en el caso del incesto— pueden
condicionar considerablemente el desarrollo de una sexualidad sana desde
el punto de vista psicológico.
El
neurólogo Sigmund Freud postuló la primera teoría sobre el desarrollo
sexual progresivo en el niño, con la que pretendía explicar el desarrollo
de la personalidad normal y anormal del mismo. Según Freud, el desarrollo
sexual se inicia con la fase oral, caracterizada porque el niño obtiene
una máxima satisfacción al mamar, para continuar con la fase anal, en la
que predominan los impulsos agresivos y sádicos. Después de una fase
latente o de reposo, se inicia la tercera fase del desarrollo, la genital,
con el interés centrado en los órganos sexuales (véase Aparato
reproductor). La alteración de una de estas tres fases conduce, según la
teoría de Freud, a la aparición de trastornos específicos sexuales o de la
personalidad. Con el paso del tiempo, algunas de las tesis postuladas en
su teoría del psicoanálisis han sido rechazadas, en especial sus teorías
sobre la envidia del pene y la vida sexual de la mujer.
A
partir de la década de 1930 comenzó la investigación sistemática realizada
de los fenómenos sexuales. Posteriormente, la sexología, rama
interdisciplinar de la psicología, relacionada con la biología y la
sociología, tuvo un gran auge al estar apoyada, en algunos casos, por la
propia sociedad (principalmente durante la denominada ‘ola sexual’ de la
década de 1970). Los primeros estudios científicos sobre el comportamiento
sexual se deben a Alfred Charles Kinsey y a sus colaboradores. En ellos
pudo observarse que existen grandes diferencias entre el comportamiento
socialmente deseado y exigido, y el comportamiento real. Asimismo, se
observó que no existe una clara separación entre el comportamiento
heterosexual y el homosexual, ya que según encuestas de esa época, el 10%
de las mujeres y el 28% de los hombres admitían tener comportamientos
homosexuales y un 37% de los hombres estar interesados en la
homosexualidad. En la década de 1960 William H. Masters y Virginia E.
Johnson investigaron por primera vez en un laboratorio los procesos
biológicos de la sexualidad, emitiendo su famoso ‘informe de Masters y
Johnson’.
Actualmente, en el límite de las múltiples formas ampliamente aceptadas de
comportamiento sexual se encuentran las perversiones sexuales,
consideradas por el propio individuo y el entorno social como una carga,
calificadas de ‘enfermizas’ y, por tanto, con necesidad de tratamiento
psicoterapéutico.
Embarazo y sexualidad.
Durante el
transcurso de un embarazo, se producen en la pareja múltiples y
profundos cambios, que pueden afectar distintas áreas de su relación.
En muchos casos, por no estar debidamente informados y
consecuentemente preparados para enfrentarlos, estos cambios suelen
afectar una de las áreas que se muestra como la más vulnerable al
daño, la sexualidad. |
Pueden aparecer
trastornos sexuales en la mujer y también en el varón. Las disfunciones
pueden ser “transitorias” o “definitivas”. Cuando el problema no es
identificado y fundamentalmente tratado a tiempo, éste suele perpetuarse y
tornarse definitivo, aún después de finalizado el embarazo. La mayoría de
las causas que pueden tornar permanente una disfunción sexual, tienen que
ver con la llegada del nuevo huésped a la casa. La falta de intimidad, la
demanda de atención (especialmente materna), la falta de tiempo, la
redistribución de roles entre otras cosas, poco a poco van diluyendo el
interés por resolver el problema. La prioridad ahora es otra: el bebé.
Cuando la consulta es oportuna, la información veraz brindada por un
profesional idóneo o una terapia breve, suelen ser suficientes para
solucionar el problema sexual en poco tiempo.
Las disfunciones
más frecuentes suelen ser:
La historia
sexual de cada pareja, el grado de conformidad y satisfacción que cada uno
tiene con su propia sexualidad, la salud sexual previa al embarazo, el
nivel de comunicación que tengan los cónyuges entre sí, y especialmente
“el nivel de información” que tengan sobre “los cambios normales” que se
aproximan, determinarán la predisposición o no, a padecer trastornos
sexuales durante la gestación.
Dentro de la
diversidad y complejidad de cambios que sufre una pareja embarazada,
citaré solo algunos, que se observan con más frecuencia como generadores
de dificultades sexuales.
Con la llegada
del nuevo hijo, cada miembro de la pareja experimenta su propio cambio, de
acuerdo al “significado” que subjetivamente ella o él le otorguen, a la
maternidad o a la paternidad que se aproxima. Además de los cambios
psicológicos de cada uno, hay que considerar los que ellos experimentarán
“como pareja,” con la incorporación del hijo a sus vidas y con el
sentimiento de exclusión que eso puede acarrear en el varón.
El cuerpo de la
mujer que cursa un embarazo normal sufre profundas modificaciones
fisiológicas que generan importantes modificaciones en el físico, más allá
del aumento del contorno abdominal (estos cambios pueden magnificarse o
sumarse a otros, cuando los embarazos tienen una patología obstétrica
agregada). Poco a poco y a medida que va creciendo el producto de la
concepción dentro del vientre materno, las formas se van perdiendo. Muchas
veces aparecen várices, edemas, y estrías, que aunque suelen considerarse
visitas normales y pasajeras, no son recibidas con aceptación.
Para algunas
mamás y también para algunos papás, esta transformación del cuerpo, puede
provocar una alteración desfavorable en la imagen corporal erótica de la
mujer. En estas circunstancias, “ellas” podrían no sentirse seductoras y
sensuales para el sexo, o “ellos” podrían no sentirse motivados, por un
cuerpo que ha perdido sus cualidades eróticas.
Bien decía S. de Beauvoir, en “El segundo
sexo”, que los momentos de la vida de una mujer que al varón recuerdan
su capacidad generadora (embarazo, lactancia, menstruación, puerperio)
se convierten en tabúes. (Nota del Dr. Sapetti) |
Algunas parejas
suelen experimentar temor de dañar al bebe durante el coito, otras se
pueden sentir inhibidas por los movimientos fetales, otras preocupadas por
generar un prematuro nacimiento. Lo cierto es que, la
desinformación sumada a la presencia de múltiples prejuicios culturales
que se han transmitido a lo largo de todos los tiempos como verdades
absolutas, consideran muchas veces a la embarazada como un ser “asexual”,
sólo al servicio de la procreación. Algunas religiones (en el Talmud y el
Corán), prohibían el coito durante todo el embarazo, otras sólo al final.
Un buen recurso para aquellos varones que
temen acercarse al cuerpo de su mujer es indicarles que le pasen
cremas o lociones por la “panza” como una manera de contactar con ella
y el bebé. (Nota del Dr. Sapetti) |
En los últimos
tiempos los criterios se han modificado. Es importante respetar y
cuidar las otras funciones de la sexualidad, como fuente de placer y medio
para fortalecer la unión y la comunicación de la pareja, en este especial
estado de ansiedad y preocupación, natural del embarazo.
Si la gestación
no presenta complicaciones: rotura prematura de las membranas ovulares,
infecciones genitales, hemorragias, amenaza de parto antes de término, etc;
no hay prohibición para los encuentros sexuales.
Si llegado el caso por estas complicaciones
se prohibiera la penetración o el orgasmo –por las contracciones
uterinas que acarrea- bien pueden apelarse a caricias y otras
variantes coitales sin orgasmo de la mujer. (Nota del Dr. Sapetti) |
Es muy importante
para la mujer, conservar su capacidad erótica y orgásmica. La primera,
contribuye a mejorar su autoestima (más allá de los cambios) y la armonía
conyugal; y la segunda, ayuda a mantener la elasticidad y la flexibilidad
de los músculos pélvicos, tan necesarias para el parto.
Me parece
adecuado recordar que sexualidad no es sólo genitalidad; y que cuando una
pareja desea compartir sentimientos de intimidad y amor, lo puede hacer
sin necesidad de una relación coital con penetración excluyente. Distintas
posibilidades a través de
masajes, caricias y mimos, pueden
ser una importante fuente de placer sensual y comunicación intima tanto
durante el embarazo como fuera de él.




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Sexualidad.
Fases
del Ciclo de Respuesta Sexual Humana.
Violencia Sexual.
Diferencia de los sexos. |