Las glándulas y las bases
químicas de la actividad psíquica.
Las glándulas producen la
química del organismo, la cual se basa en el gran integrador químico que es
la corriente sanguínea. Lo mismo que el sistema nervioso, que estudiaremos
más adelante, es como un sistema de señales eléctricas, la circulación
sanguínea es una red de transportes. Cada órgano descarga sus productos en
la sangre, la cual los lleva a todo los órganos del cuerpo. En 15 segundos
una sustancia endocrina ha llegado a todas las regiones del organismo. Estas
substancias básicas son producidas por las glándulas endocrinas. Al llegar a
este punto podríamos preguntarnos qué tienen que ver con la psicología estas
digresiones biológicas. Precisamente el funcionamiento de las glándulas nos
proporcionan la primera respuesta: como es bien sabido, los diferentes
rasgos de la personalidad dependen directamente del funcionamiento glandular
y la personalidad cambia completamente si las glándulas son y hiper o
hipoestimuladas. No sólo las glándula sino también el cerebro y los músculos
están relacionados con los procesos químicos.
En las siguientes
consideraciones sólo nos vamos a referir a aquellas funciones glandulares
que ejercen influencia más directa sobre el desarrollo psíquico.
Vamos a considerar las
glándulas endocrinas siguiendo su orden de ubicación en el organismo a
partir de la cabeza (fig. 1). El cuerpo pineal es una pequeña estructura
situada en la cara posterior del tallo encefálico, entre los hemisferios
cerebrales. A pesar de su pequeñez, su función es conocida y se supone que
contribuye a controlar el esqueleto y a mantener reprimidas las glándulas
sexuales.
La glándula pituitaria se aloja
en una cavidad ósea que la base del cráneo y, a pesar de estar conectada con
el tronco cerebral no tiene nada que ver con las funciones encefálicas. Está
dividida en dos lóbulos, el anterior y el posterior. El hiperfuncionamiento
(exceso de actividad) del lóbulo anterior produce gigantismo, por estimular
el crecimiento del esqueleto; las manos, pies, nariz, etcétera, del
individuo se desarrollan considerablemente. El lóbulo anterior estimula
también el desarrollo de los órganos sexuales cuando hay hiperfunción y
retrasa su maduración cuando existe una hipofunción (actividad disminuida)
pituitaria. Debido a esta hipofunción el individuo puede quedarse enano, a
menudo con anormal desarrollo sexual, aunque con inteligencia normal. El
lóbulo posterior ejerce efectos básicos sobre los procesos metabólicos. La
pituitaria ha sido llamada la glándula maestra por ejercer un control sobre
las demás glándulas.
Quizá los datos más precisos
acerca de los efectos de las secreciones internas sobre la conducta humana
se han obtenido de las investigaciones sobre el tiroides. Esta glándula está
situada por delante de la tráquea. Su extirpación o la insuficiencia de su
funcionamiento puede acarrear síntomas físicos y psíquicos de cretinismo,
incluso retardo en el crecimiento, sequedad de la piel, pérdida del cabello,
acumulación de grasa y deficiencia mental. El sujeto pierde su vivacidad y
tanto el cerebro como los músculos parecen inertes apareciendo, como
consecuencia, lentitud y pérdida de la capacidad de concentración. La
hiperactividad del tiroides hace al individuo nervioso, inestable e
inquieto. Como síntomas físicos aparecen el exoftalmos, la aceleración del
pulso y el aumento de la respiración.
Muy próximas a la glándula
tiroides están las paratiroides, cuatro cuerpecillos del tamaño de
guisantes. Su extirpación produce espasmos musculares, temblores y la
muerte. La falta de hormón paratiroide produce hiperexcitación del sistema
nervioso y el exceso da lugar a una calma excesiva con lasitud muscular y
pereza generalizada. El tiroides y las paratiroides parecen tener funciones
opuestas, estimulantes las primeras y apaciguadoras las segundas.
Poco es lo que se sabe de la
glándula timo, situada en el tórax, inmediatamente por detrás del borde
superior del esternón. Como se atrofia a partir de la pubertad se supone que
desempeña una importante función durante los primeros años de vida.
Las glándulas suprarrenales,
colocadas inmediatamente encima de cada riñón, son dos pequeñas formaciones
del tamaño de guisantes y divida en dos partes que tienen distinta función.
Estas glándulas están directamente relacionadas con la expresión de las
emociones. Cada una de las dos partes de la glándula produce una secreción
distinta. Una, la adrenalina, se produce por estimulación emocional y da
lugar a reacciones súbitas; la otra, la cortina, es un elemento necesario
para la vida; su destrucción causa una enfermedad mortal (enfermedad de
Addison). La hiperactividad de la secreción parece exaltar las
características masculinas, tanto en el hombre como la mujer, pudiendo, en
esta última, dar un tono más grave a la voz, hacer crecer la barba,
etcétera.
El páncreas secreta insulina,
la cual, cuando está en exceso, origina defectos respiratorios, fatiga,
nerviosidad y ansiedad y, cuando está en defecto, debilidad y hambre. No es
mucho lo que se sabe acerca de otras glándulas, especialmente en relación
con los procesos psíquicos. Las diversas funciones endocrinas se superponen
y modifican entre sí en forma no bien conocida todavía.
Las glándulas sexuales o
gonodas (testículo y ovario) son necesarias para las funciones de
reproducción. Sus secreciones internas están directamente relacionadas con
el apetito venéreo. Los caracteres sexuales están determinados por estas
glándulas. El estudio de sus funciones ha demostrado que tanto el hormón
masculino como el femenino existen en todos los individuos.
Las glándulas descubiertas
hasta ahora sólo constituyen una parte de la química corporal, la cual debe
de tener una influencia mucho más amplia de la que se supone. Es muy
probable que cada tendencia de la personalidad tenga cierta relación con la
actividad química del organismo. Los fenómenos psicológicos a que dan lugar
duchas tendencias no son, pues, hechos aislados sino partes integradas en el
organismo en su totalidad. Sería erróneo emitir una teoría mecanicista del
organismo basándose en datos de origen químico, porque las glándulas no
actúan separadamente para provocar las tendencias de la personalidad, sino
que se influyen mutuamente. La corriente sanguínea, que relaciona a todos
los órganos de cuerpo, parece poseer determinadas características que le son
dadas no sólo por todo el organismo sino también por la personalidad.
De estas consideraciones
biológicas se deduce que la actividad psíquica no depende solamente de la
psique. Lo psíquico no es, pues, el resultado exclusivo de la función
cerebral sino que está integrado en todo el organismo. Alfredo Adler fue el
primero que señaló el hecho de que la gente no piensa solamente con su
cerebro, sino también con sus glándulas, su estómago, su corazón, sus
pulmones y otros órganos. A este fenómeno Adler lo llamó "el dialecto de los
órganos" (Adler, 1930). A esta interrelación entre los fenómenos psíquicos y
los somáticos se le llama ahora psicosomática. Si bien es cierto que existen
enfermedades debidas a las bacterias, la experiencia indica que en muchos
casos existe una constitución física susceptible de favorecer una
enfermedad. Tal ocurre cuando determinado órgano es débil, y dicha debilidad
aparece cuando se utiliza el órgano como canalizador de ciertas expresiones
de la personalidad. Es decir, que una tensión psíquica puede provocar una
tensión de los órganos e incluso un hiper o hipodesarrollo de la función
glandular, lo cual repercute sobre el organismo. En esta forma se crea un
ciclo biopsíquico entre los estímulos psicológicos (p) y los biológicos (b):
p-b-p-b-p, etc.
El sistema nervioso.
La relación más importante
entre todos los órganos internos y el cerebro se establece por medio del
sistema nervioso, el cual se divide en tres formaciones principales: el
sistema nervioso autónomo (SNA), el sistema nervioso central (SNC) y el
sistema nervioso periférico (SNP). A su vez, el primero, que establece las
interconexiones, está constituido por dos sistemas principales: el simpático
y el parasimpático. El SNA estimula los músculos involuntarios y las
glándulas. Los movimientos gastrointestinales, el ritmo cardíaco, ciertas
posturas corporales, etc., no son actividades conscientes y, por tanto, no
pueden ser aprendidas. Las tendencias emocionales parecen estar
estrechamente relacionadas con el SNA.
Si supiéramos influir sobre la
relación entre nuestro SNA y nuestro SNC (que dirige todos los actos
conscientes) podríamos regular todos los procesos internos del organismo y,
por tanto, dirigir nuestras emociones. Parece que esto podría lograrse con
la disciplina de los reflejos, cosa desconocida en nuestra civilización,
pero conocida en ciertas antiguas civilizaciones, como la India. Los yoguis
aseguran ser capaces de regular por completo sus órganos internos, de
detener la respiración y el funcionamiento del corazón; también aseguran el
dominio de sus emociones.
El SNC tiene como función
principal la dirección consciente del organismo y el desarrollo de la
capacidad de aprender. En el hombre, este sistema se compone del encéfalo y
la medula espinal (fig. 2 y 3). Las partes más importantes del encéfalo son
los dos hemisferios cerebrales, los dos del cerebro, el puente de Varolio y
el bulbo raquídeo o medula oblonga. Algunas funciones están localizadas,
hasta cierto punto, en el cerebro, aunque, en general, éste funciona como un
todo indivisible. El cerebro, el aparato más sutil del organismo, presenta
un fenómeno similar al descrito por Driesch en el erizo de mar; si un centro
nervioso es destruido por una bala o por una apoplejía el paciente pierde la
función correspondiente, pero pasado cierto tiempo otro centro puede suplir
las funciones de la parte destruida.
Los estudios de K. S. Lashley
(1929), han demostrado este aspecto de la psicobiología. Después de entrenar
a un animal para ejecutar determinado acto se le extirpa la zona del cerebro
que se supone relacionada con la ejecución de dicho acto. Una vez que el
animal se ha restablecido de la intervención se comprueba si la ablación de
aquel centro cerebral ha hecho desaparecer el acto correspondiente y si éste
no puede aprenderse de nuevo como sugeriría una relación mecanicista entre
el cerebro y el acto correspondiente. Como en otros casos, ocurrió algo
sorprendente: el animal, que al principio era incapaz de realizar el acto
aprendido, pudo volver a ejecutarlo mediante un entrenamiento adicional. De
estos hechos debemos deducir que el mismo acto puede ser aprendido por
distintos centros cerebrales y que debemos rechazar una teoría mecanicista
basada en localizaciones cerebrales fijas. Este era el caso de Driesch con
el erizo de Mar, en el cual distintas partes, o quizá todo el cerebro,
parecen tener iguales potencialidades. La teoría de las funciones
específicas localizadas en regiones determinadas del cerebro ha ido
desvirtuándose paulatinamente y ha sido sustituida por la de que el cerebro
actual en su totalidad.
El sistema nervioso tiene dos
funciones principales; la primera consiste en transportar el impulso
nervioso desde los receptores que reciben los estímulos del ambiente hasta
los efectores, especialmente los músculos. La rápida conexión entre los
receptores que reciben el impulso y los músculos que reaccionan es
establecida por los nervios. Sin embargo, las respuestas no son dadas por
partes aisladas sino siempre en relación con el conjunto. Esta organización
de respuestas en un plan unificado se denomina integración y constituye la
segunda función del sistema nervioso. Organiza los estímulos que llegan a
los troncos nerviosos procedentes de los órganos de los sentidos,
transformándolos en impresiones globales transmitidas por los troncos
nerviosos hasta los músculos y glándulas. Los nervios conectados con una
masa central, el encéfalo y la médula espinal que se extiende a lo largo de
la espalda, envia a ese centro general los llamados nervios "sensitivos" y
emiten los llamados "motores". Los primeros son aferentes y los segundos
eferentes. El centro relaciona la impresión y la expresión, lo que permite
al organismo accionar y reaccionar como una unidad.
Cada nervio contiene muchísimas
fibras nerviosas. Solamente el nervio óptico tiene unas 400,000. Se estima
que el número total de células nerviosas es mayor de 14 mil millones. La
neurona se divide en tres partes: que es el cuerpo celular, el eje y las
dendritas. la fibra nerviosa simple, a semejanza de un alambre aislado,
consiste en un cilindro envuelto por una vaina. Es cilindro, llamado eje, es
una rama de una célula nerviosa la cual posee ramificaciones todavía más
finas. Las dendritas son cortas, semejantes a las ramas de un árbol,
mientras el cilindro-eje aunque muy fino puede alcanzar una longitud que
varía entre algunas pulgadas y varios pies. El sistema formado por los
nervios no es, como se había supuesto, "una red", pues aunque una neurona
tengan contacto con otra no se fusiona con ella y continúa aislada. Al
contacto que establece una neurona con otra se le llama sinapsis. En la
sinapsis entre dos neuronas el cilindro-eje de una termina en varios ramos
que establecen contacto con las dendritas de otro cilindro-eje. En una
sinapsis la dendrita es el receptor y cilindro-eje el estimulador. Las
fibras sensitivas aferentes y las motoras eferentes con sus conexiones
sinápticas forman el "arco reflejo", que constituye el camino seguido desde
un órgano sensitivo y a través de un centro nervioso hasta el músculo. La
conducción del impulso nervioso es tan rápida (unos 70 m por segundo), que
una reacción simple se produce en una fracción de segundo. La velocidad de
la conducción demuestra que se trata tanto de un proceso q a la actividad
uímico como eléctrico.
La actividad nerviosa está
sometida a la ley de todo o nada. Puede ser comparada a una explosión de
dinamita; explota totalmente y su intensidad no puede ser graduada. Del
mismo modo, la energía latente de un nervio se descarga por cualquier
estímulo capaz de excitar la fibra. Las diferencias que existen en la
relación de un nervio no resultan de la distinta energía descargada por una
fibra sino que dependen del número de fibras que han entrado en actividad.
Un estímulo enérgico que excita más fibras y despierta mayor número de ondas
por segundo. El sistema nervioso ha sido comparado con un sistema
telefónico. Los nervios, a semejanza de los cables telefónicos, unen puntos
distantes, y convergen en un centro común donde se establecen las conexiones
como un conmutador. Sin embargo, todas estas funciones son múltiples e
interrelacionadas. Cada célula nerviosa influye sobre otras muchas, lo que
hace enormemente complicado el sistema nervioso. Por ejemplo: los grandes
nervios motores que controlan los músculos recibe energía de nervios
sensitivos locales, de nervios de la médula espinal y del tronco cerebral y
de los del cerebro. Todos estos nervios juntos determinan cuando debe ser
activada la neurona. Así, la contracción de un músculo se basa sobre lo que
podríamos llamar una discusión colectiva de todo el sistema nervioso, sobre
el dinamismo de diversas fuerzas, pero nunca sobre un mecanismo estático de
cualquier tipo que sea.
La actividad del sistema
nervioso nunca puede ser reducida a una simple neurona a un centro
localizado. Actúa como un todo, y como penetra en todos los lugares del
cuerpo es el organismo en su totalidad el que actúa conjuntamente.
Bases eléctricas de la
actividad psicológica.
Hacia mediados del siglo pasado
se descubrió que todos los tejidos vivos poseen características eléctricas
mensurable en milésimas y millonésimas de voltio. En 1924, el
neuropsiquiatría alemán Hans Berger consiguió grabar las oscilaciones del
cerebro humano. Berger utilizó para este fin el electroencefalógrafo
(abreviadamente: E.E.G.), aparato registrador que consiste que es varios
electrodos que se adhieren a la piel de cráneo y un amplificador que aumenta
los efectos de las corrientes cerebrales más de un millón de veces. Los
experimentos realizados indican que los procesos eléctricos proceden de los
cuerpos celulares nerviosos. El cerebro emite ondas que oscilan entre 20 y
150 millonésimas de voltio. Han sido observados cuatro tipos de ondas
eléctricas cerebrales con distintas frecuencias: las llamadas ondas alfa,
cuya frecuencia normal, en el adulto, es de 8 a 13 por segundo; las ondas
beta, cuya frecuencia es de 18 a 50 por segundo; las gamma, de amplitud más
baja que las beta, y, por último, las ondas delta, que sólo aparecen cuando
existe un tumor cerebral u otra formación anormal.
La valoración de un
electroencefalograma se basa, además de en la amplitud y la frecuencia, en
el tiempo por ciento, o en la persistencia durante cierto tiempo de
determinado tipo de ondas en un caso dado. Existen considerables diferencias
entre diversos electroencéfalogramas, hasta el extremo de que algunos
investigadores creen que puede distinguirse a un individuo de otro mediante
sus ondas cerebrales, del mismo modo que se diferencian por sus huellas
dactilares. Los gemelos idénticos, pero no los gemelos fraternales, muestran
marcada semejanzas del electroencefalograma, lo que indica la naturaleza
hereditaria de los procesos eléctricos. Las diferencias individuales del
electroencefalograma disminuyen considerablemente durante el sueño o la
narcosis y aún durante el reposo, mientras que cualquier actividad aumenta
esas diferencias. La correlación entre las características del
electroencefalograma y los tipos de personalidad no ha sido todavía
satisfactoriamente establecida, aunque parece existir. En los esquizoides
las onda son más irregulares, mientras que en los maníacos depresivos son
más constantes. Los estímulo repentino y la concentración mental inhiben o
cambian la forma de las ondas, pero la repeticiones o la preparación del
sujeto para ciertos estímulos sensoriales disminuyen los efectos del cambio,
Los estados emocionales tienden a hacer disminuir la frecuencia de las ondas
alfa y el shock, el miedo, y la perplejidad, aunque puramente imaginarias,
produce en un bloqueo del ritmo. La temperatura, la actividad glandular y el
metabolismo tienen a modificar el ritmo alfa. Los toxicómanos, los
alcohólicos y los epilépticos presentan ondas características. Al parecer se
presentan trastornos eléctricos antes de que aparezca cualquier síntoma
evidente de trastorno mental, habiéndose podido pronosticar psicosis y
neurosis mediante el electroencefalograma realizado en niños.
Los distintos tipos de ondas
eléctricas y su dependencia de los procesos psíquicos, especialmente de las
emociones, indican una relación entre los procesos eléctricos y la
personalidad. El pensamiento que atraviesa nuestra mente es como el destello
de un relámpago debido a la actividad eléctrica de las células. El Dr. B.
Libet y R. W. Gerard, de la universidad de Chicago, han dado cuenta
recientemente de sus observaciones, de las cuales se deriva que cada célula
rehace su propia carga eléctrica semejante a la que se desarrolla en las
nubes tormentosas y, como el relámpago, la descarga sobre las cédulas
contiguas.
Los sentidos.
La característica más
importante del desarrollo que es la diferenciación. El organismo más simple
no está diferenciado en los diversos órganos sensibles sino que todo su
cuerpo es igualmente sensible a los estímulos mecánicos, químicos y
eléctricos así como al calor, al frío y a la luz. En los organismos más
evolucionados estas reacciones están diferenciadas y coordinadas con ciertas
partes del cuerpo.
Las sensaciones han sido
clasificadas en tres grupo básicos: las extraceptoras, que reciben el
estímulo del exterior, como el ojo, el oído, etcétera.; las intraceptoras
que lo reciben de dentro, como el estómago, los pulmones, los intestinos,
etcétera, y las propioceptoras, localizadas en el cuerpo mismo y que reciben
los estímulos por el movimiento de sus partes, como los músculos, huesos,
articulaciones, etcétera. Una característica de los extraceptores es la de
percibir a distancia, por lo que mediante ellos el organismo se adapta al
ambiente. Los órganos de los sentidos gradúan el estímulo como los
instrumentos de medida. Su sensibilidad depende de tres factores: 1) la
función selectiva, que está adaptada a determinada clase de estímulos; 2) su
grado de impresionabilidad, y 3) su respuesta a distintas intensidades y
diversas variedades de estímulos.
En relación con los órganos de
los sentidos debemos distinguir entre sensación y percepción. Estos órganos
son receptores de estímulos y sólo nos dan sensaciones, las cuales se
transforman en percepciones en el cerebro. Todos órganos de los sentidos
colaboran entre sí, si una mosca nos zumba alrededor de la cabeza, la vemos,
la oímos y la sentimos al mismo tiempo; la visión, el oído y el tacto
funcionan a la vez. El lenguaje utilizado a menudo las mismas palabras para
describir sensaciones de diferentes órganos. Por ejemplo: "aspereza" y
"suavidad" pueden referirse a la vista, al oido y al tacto. La intensidad se
puede experimentar con todos los sentidos.
Visión. En principio, el
ojo es muy semejante al mecanismo de una cámara fotográfica. La retina es la
película, tanto el ojo como la cámara poseen lentes, la pupila es como el
diafragma, la esclerótica del globo del ojo es como la caja de la cámara. El
ojo contien en el iris pequeños músculos que regulan el tamaño de la pupila
permitiendo la entrada de la cantidad conveniente de luz. Tras la pupila
está situado el cristalino, mecanismo elástico, semejante a la lente de la
cámara fotográfica, que enfoca el ojo hacia los objetos próximo o lejanos.
La elasticidad del cristalino se mantiene tensa mediante un anillo de fibras
radiales que, a su vez, son controladas por un anillo de tejido muscular: el
músculo ciliar. El cristalino dirige los rayos luminosos hacia la retina,
donde se forma la imagen. La córnea, cubierta dura y transparente, está
situada por delante de la pupila y el iris, combada hacia delante, de modo
que refracta los rayos luminosos que pasa a través de ella. Detrás del
cristalino está la retina, finísima membrana que contiene las células
sensitivas y nerviosas. Las primeras son de dos clases: los bastones, que
sólo son sensibles a la luz o a la oscuridad, y los conos, sensible
solamente al color. Los bastones estan localizados en los bordes de la
retina mientras los conos se localizan en una ligera depresión casa central
llamada fóvea. Esta, con los conos, constituye el centro de la visión a la
luz, pero es casi insensible en la oscuridad. Existe, sin embargo, una
acción de los bastones que permite que la retina pueda adaptarse más en las
oscuridad. La teoría cromática de Young y Helmholtz (1925) se basa en el
hecho de que todos los colores pueden obtenerse mediante una mezcla del
rojo, el verde y el azul. Se supone, pues, que la retina sólo reacciona ante
estos tres colores primarios y que los demás se obtienen por una mezcla de
las respuestas básicas. Sin embargo, esta teoría no puede explicar algunos
fenómenos como, por ejemplo, el hecho de que el color amarillo es visto por
los sujetos que padecen daltonismo, mientras no distingue el rojo del verde
(Ladd-Franklin, C., 1929).
Hay otros muchos fenómenos que
no pueden ser explicados por una teoría estética, como, por ejemplo, el
hecho de que, a la percepción, las formas permanezcan iguales a pesar de
cambiar las sensaciones de iluminación, color, tamaño y posición. Distinto
de la máquina, el receptor óptico mantiene la constancia y la continuidad de
las impresiones. Observemos lo que ocurre en la proyección de una película
cinematográfica: lo que se proyecta en la pantalla es una serie de
fotografías estáticas y la impresión de movimiento se deriva del
encadenamiento de las series en distintas posiciones. El receptor óptico
establece relaciones y enfoca los elementos dinámicos y no los estáticos.
Oído. El órgano del oído
se parece al de la vista en que ambos son receptores de ondas (fig. 5). Se
compone de tres partes principales: el oído externo, que funciona como un
colector de ondas; el medio, que la transforma, y el interior, que son
receptor sensible. Las ondas sonoras, percutiendo la membrana del tímpano
ponen en movimiento tres huesecillos que forman el oído medio, los cuales
transmiten las vibraciones al oído interno. En este último está situada la
cóclea, llamada también caracol por su forma en espiral, que está llena de
un líquido salino, y la membrana basilar, que contiene las células
sensoriales, provistas de finísimos filamentos que, como cuerdas de un
piano, reaccionan a cada vibración.
Helmholtz aplicó al oído su
"teoría del piano" semejante a sus hipótesis mecánica del ojo. Según esta
teoría cada elemento de la membrana basilar solo respondería a la vibración
con la que estuviese sintonizada y debido a esta sintonización fija el
individuo distinguiría las distintas derivaciones como sonidos diferentes.
Los experimentos con el conejillo de Indias parecen apoyar esta opinión. M.
Aupton expuso continuamente a estos animales al mismo tono y observo que
llegaban a quedarse sordos para tal vibración, debido a que ciertas células
ciliada de la membrana basilar habían degenerado.
De nuevo se siente uno
inclinado a considerar al oído como una máquina con elementos fijos de
localización. Pero, al igual que ocurre con el cerebro y con el ojo, se
producen en el oído ciertos fenómenos que no encaja en una explicación
mecanicista. En primer lugar: ¿Qué es lo que oímos? ¿Longitudes de onda o
sonidos? Así como disponemos en cierta forma de la longitud de las ondas
luminosas, así también organizamos las vibraciones sonoras y, al escuchar
música, no oímos una suma de sonidos, sino una pauta integrada. La teoría de
las estructuras (Gestalt) apoya uno de sus puntos básicos señalando que
cuando una pieza de música que transporta (por ejemplo, por otro
instrumento) se entiende como la misma pieza aunque cada uno de sus
elementos haya cambiado. Cuando varias personas hablan al mismo tiempo
entendemos y diferenciamos las voces de cada una aunque todas las
vibraciones lleguen al oido confundidas unas con otra. Así pues, el órgano
del oído no reacciona como una máquina sino con cualidades organizadoras. P.
T. Young realizó el experimento de colocar en cada oido de una persona un
tubo que dando la vuelta por encima de la cabeza termina en un receptor
colocado cerca del oído opuesto, de tal modo que se oyen con un oído los
estímulos que deberían oírse con el otro. El sujeto al que se ha colocado
este dispositivo tiene una transposición completa de los sonidos, y que
cuando oye un sonido hacia la derecha el objeto que lo produce está situado
a la izquierda y viceversa. Mientras el sujeto tiene los ojos cerrados
durante el experimento, la localización invertida no cambia, pero ocurre a
menudo que cuando abre los ojos, recobra la percepción de orientación
normales. La percepción visual corrige el error auditivo demostrando la
interacción entre los distintos sentidos y la adaptación orgánica contraria
a la fijeza mecánica. Cuando se retira el instrumento del sujeto vuelve
inmediatamente a establecer la localización normal, una adaptación semejante
ocurre con la visión cuando cambian las condiciones.
El oído, como el ojo, no sólo
reciben estímulos sino que es también capaz de apreciar distancias. Las
funciones de este órgano son múltiples; no sólo oyen sonido separados sino
que diferencian ruidos y tonalidades y es capaz de sintetizar integrando
sonidos simples en un conjunto. Por último, el sentido del equilibrio está
también situado en el oído. La posición en el oído interno de unas
concreciones llamadas otolitos, que fluyen en los finos filamento
receptores, nos permite conocer la posición de la cabeza y la sensación de
nuestros movimientos. Una lesión del oído interno puede afectar el sentido
del equilibrio y cuando se hace a una persona gira rápidamente sobre sí
misma los efectos que esta rotación produce en el oído interno dan lugar a
la sensación de vértigo. Sin embargo, esta función no forma parte del
sentido auditivo.
Olfato. Comparado con la
visión y el oído, el sentido del olfato ocupa un lugar secundario en la
mayor parte de los seres humanos. Los llamados receptores olfatorios están
situados tan profundamente en la nariz que se hace difícil realizar
experimentos con ellos. H. Henning (1924) limitar los olores o seis factores
básicos, a saber: a especias, fragante, etéreo, resinoso, pútrido y
chamuscado. Como los demás órganos de los sentidos, el del olfato tiene la
facultad de analizar y sintetizar, extendiendo también una adaptación
olfatoria.
Gusto. En íntima
relación con el sentido del olfato ésta el del gusto. Algunas cualidades que
se suponía que eran propias del gusto pertenecen, en realidad, al olfato.
Los sabores primarios son el amargo, el dulce, el ácido y el salado. El
gusto está también relacionado con la sensaciones dolorosas y táctiles; por
ejemplo: un sabor cáustico puede hacerse doloroso y un sabor suave da una
sensación táctil. Así, el sentido del gusto es un fenómeno muy complejo,
basado también en interacción de varios estímulo cuyos efectos no son el
resultado de una suma sino de la integración de una unidad. Los receptores
del gusto son las papilas de la superficie lengual, de las cuales unas están
adaptadas para una sola sensación gustativa mientras otras lo están para dos
o tres. Sin embargo, los verdaderos receptores gustativos, los botones y
gustativos, están situados en pequeñas depresiones bajo la superficie de la
lengua. Hay muchas substancias que dan la sensación de un valor y de ahí
ciertas dudas acerca de la naturaleza de un estímulo. También en el sentido
del gusto se observan los fenómenos de adaptación y de contraste. Así,
sabemos que una naranja nos resulta más ácida después de comer un caramelo,
pero más dulce después de un limón.
Tacto. Las sensaciones
de calor y frío, de aspereza y suavidad, de cosquilleo, de picor, etc.,
pertenecen al sentido del tacto. Si pasamos un lápiz sobre la piel notamos
en ciertos puntos una sensación de frío; utilizando un estímulo cuya
temperatura sea un poco más elevada que la de la piel experimentaremos la
sensación de puntos calientes y, por último, usando un objeto agudo
sentiremos en los llamados puntos dolorosos una impresión de dolor. Con la
punta de un cabello podemos encontrar en la piel cierto puntos táctiles que
nos da la sensación del tacto. Vemos, pues, que se encuentran en la piel
receptores para el frío, el calor, el dolor y el tacto. Sin embargo, también
en este caso son raras las sensaciones aisladas, siendo más frecuentes las
sensaciones combinadas en distintas formas; así, las de calor y frío pueden
despertar también dolor. Además, cada sensación puede adoptar diferentes
tipos y, por ejemplo, el dolor puede sentirse como escozor, hinchazón,
punzada, etcétera. Los puntos sensibles de la piel presentan también un
fenómeno paradójico, por ejemplo: si se aplica un estímulo sumamente frío
puede dar la sensación de calor. También hay sensaciones paradójicas de
dolor, ya que el dolor puede ser agradable o desagradable; el picor de una
especia sobre la lengua y ciertas sensaciones táctiles, siendo
fundamentalmente dolorosas, se experimentan como placenteras.
El sentido Kinestético y otros
sentidos. Los cinco sentidos que acabamos de mencionar fueron tenido hasta
hace poco como los únicos en el hombre. Actualmente, aunque no sabemos
exactamente cuántos sentidos posee el hombre, sí sabemos que son más de
cinco. Uno de ellos es el sentido muscular, mediante el cual apreciamos un
peso que sostenemos en la mano. Se han encontrado órganos sensoriales en los
músculos, tendones y articulaciones. En este sentido, llamado Kinestético o
del movimiento, indica la posición de las extremidades y la progreción del
movimiento cuando desarrollamos alguna actividad.
Tenemos, además, sensaciones
orgánicas como el hambre, la sed, la náusea, etcétera, y otras de carácter
indefinido que parecen influir en nuestra sensaciones de bienestar o de
depresión. El sentido que produce la llamada percepción extrasensorial, tal
como la telepatía, no es un fenómeno normal ni frecuente y pertenece a la
psicología anormal.
Aunque cada órgano sensorial es
un receptor para determinados estímulos y está formado como una complicada
máquina para reaccionar ante estímulo separados, en realidad todos sentidos
funcionan íntimamente ligados algunos pueden sustituir parcialmente a otros.
Los ciegos sustituyen con el tacto su falta de visión, leen con las manos
tan bien como nosotros con los ojos y no por pasos sucesivos, sino también
con la percepción de una unidad. Los impresos para ciegos están formados por
elevaciones puntiformes del papel y, cuando el ciego percibe la impresión de
una palabra con su mano izquierda, la derecha, explorando la que sigue, que
integra las palabras en la unidad de una frase. En las personas ciegas el
sentido del tacto puede desarrollar enormemente la recepción de vibraciones.
Las ondas sonoras, reflejándose en los objetos puede servir para localizar
la posición de estos como hacen los aparatos de radar.
¿Cómo funciona el
cerebro?