El día octavo escalé el monte gestan. Llevaba una bufanda de algodón en los hombros y una capucha blanca en la cabeza; conducido por el guía caminé ocho ri sobre nieves, bajo nubes y entre nieblas. Era como andar por esos pasos de bruma en las rutas del sol y de la luna. Al llegar a la cumbre, el cuerpo helado y la respiración cortada, el sol se ponía y la luna se asomaba, me tendí y esperé a que amaneciera. Cuando las sombras se abrieron y el sol apareció, me incorporé e inicié mi marcha hacia Yudono.
En un rincón del valle se encuentra la “cabaña de los forjadores”. En esta provincia los forjadores usan agua sagrada del valle para sus ritos de purificación y sólo después de cumplirlos baten sus espaldas, a las que estampan la marca Gessan, de gran renombre en su tiempo. Seguramente siguen el ejemplo de aquellos chinos que cinglaban sus espadas en la fuente del Dragón; la devoción de estos herreros por su oficio los ha llevado a forjar sables dignos de los más famosos, como Kansyo y Bakuya. (1)
Me senté sobre una roca y mientras descansaba descubría un árbol de cerezo de tres shaku de altura, ¡sus capullos estaban entreabiertos! Maravillosa lección la de ese cerezo tardío que no olvidaba a la primavera ni aun sepultado bajo la nieve. Flores y hielo me recordaron a aquellas flores de ciruelo bajo un cielo incandescente de que habla una poesía china; y también me hicieron pensar en el poema del maestro Gyoson -y aún con mayor intensidad-. (2)
Según las leyes de los peregrinos budistas, está prohibido dar pormenores de lo que ven los ojos en este monte; obedezco y me callo… regresé al templo que nos servía de posada y a petición del Prior escribí los siguientes poemas sobre nuestra peregrinación a los tres montes:
¡Ah, la frescura!
La luna, arco apenas
sobre el Ala Negra. (3)
Picos de nubes
sobre el monte lunar:
hechos, deshechos. (4)
Sobre Yudono
ni una palabra: mira
mis mangas mojadas. (5)
Sora escribió este poema:
Yudono: piso
la senda de monedas
corren mis lágrimas. (6)
Notas:
- En todo este párrafo, loa la habilidad de los herreros japoneses tanto como de su piedad religiosa, Basho los compara con los chinos. La Fuente del Dragón: Lung Sh’üan (en japonés Ryusen). Kansyo y Bakuya (Kan Chiang y Mo Yeh) pareja de forjadores chinos de la dinastía Wu.
- La poesía de Gyoson (1057-1135) a que se refiere, figura en la colección Kinyoh (1127). Cuando el bonzo Gyoson se entregaba a sus ejercicios religiosos, en las profundidades del monte Yoshino, escribió este poema:
Haz como yo
y compréndeme,
cerezo silvestre:
nadie me conozca,
salvo tus flores.
- Ala Negra: el monte Haguro.
- Monte Gestan: Monte de la Luna. Una versión anterior:
Entre los derrumbados
picos de las nubes:
el Monte de la Luna.
- “Mangas mojadas”: se sobreentiende “con mis lágrimas”.
- En el camino al monte Yudono los peregrinos dejan caer monedas como ofrendas. El poeta las pisa y se emociona.
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